Muchos lo distinguen por un sobre nombre y un título nobiliario al cual no le correspondía pertenecer. Lo valoran como el ser más cruel y despiadado que han tenido la desdicha de conocer. Que en su cabeza solo cabe la maldad y la codicia. Que en su vida a amado, y que nadie ha logrado internarse en esa inexistente capa que llaman corazón, que seguramente en ese lado solo se distingue un vacío donde tuvo que haber ido aquel órgano vital, a la par de aquellos ojos indescifrable que estremecen, con la fiel intensión de doblegar. Pero nadie habla del niño maltratado y de los miedos que aún viven en este hombre tan imperturbable como atractivo, tan sádico como intuitivo. Todos conocen al desnaturalizado que hubo la desdicha de pisar la tierra, aquella en la que porta con orgullo su cruz. Pero solo pocos en realidad han convivido con la verdadera persona que se esconde en esa fachada superficial. Porque muchos conocen al lobo de Albemarle, pero pocos distinguen a Sebastien. Ese niño asustadizo ahora convertido en un hombre apuesto con mirada y aspecto siniestramente sensual, que un día juro ser el vengador de lo que se le hizo a su madre, y que en el proceso conoció a seres que le marcaron. Porque el tambien aprecio. También amó. También quiso con el corazón. Porque como todos en algún lugar aquella bestia tambien tuvo y seguirá teniendo corazón. El corazón de la bestia. (El lobo de Albemarle) Porque hasta el ser más despiadado puede dar y merecer. Nunca nadie es tan malo como aparenta y tan bueno como lo pintan. Y si ese es el caso no todo es cuestión de sangre. Va más allá de aquello.
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