La nobleza los miraba con admiración y respeto. La duquesa los llamaba bastardas. El hijo las llamaba angeles. Los Emperadores quedaron cautivados con su belleza y su extraña forma de ser. El duque los amaba más que a su propia vida. Personas de sangre real. Sin ningún bando al cual unirse, tratando a sus aliados como su familia y a los enemigos destruyendo les sus vidas. Katerina y sus hijos, incluso si respiraban eran polémica. Y eso les gustaba.