Anne tiró el libro sobre la mesa, su malhumor sólo aumentaba conforme los minutos pasaban. Estúpido reporte. Sin mucho cuidado abrió el viejo epítome y una de las páginas se rasgó ligeramente. O de eso quería convencerse, pues más de la mitad de la página colgaba de apenas un par de centímetros. - ¡Oye! - una voz aguda le increpó al instante, la tailandesa elevó la vista bastante alarmada- ¡Cuidado con los libros! ¡¿Sabes la joya que estás dañando?!- unos ojos grandes y de un gris oscuro traslúcido le miraban con desaprobación, Anne contuvo el aliento, esos ojos estaban demasiado cerca de su rostro, y no solo eso, podía ver a través de la persona a la que pertenecían. -Eres un fantasma- susurró e inmediatamente se mordió la lengua, maldita sea, había dicho eso en voz alta. - ¡¿Puedes verme?!