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Sprig abrió sus ojos de golpe, tardó un par de segundos en lograr que su vista dejara de estar borrosa por la somnolencia y observó el techo de madera durante un momento, tras ubicarse correctamente en la realidad giró sobre su costado tomando su teléfono de su mesita de noche.

4:35 a.m.

El rubio bufó y regresó debajo de las mantas, todavía faltaba poco más de media hora para sus actividades matutinas en la granja, pero no importa cuánto lo intentara, siempre terminaba levantándose mucho antes de que su alarma sonara.

Incapaz de volver a dormir, decidió levantarse de una vez por todas y procurando no hacer demasiado ruido cruzó el pasillo del segundo piso, Polly lo mataría si la despertaba antes de la hora.

Bajó las escaleras y unos ruidos familiares provenientes de la cocina le llamaron la atención.

—Buenos días Hop-pop— saludó al septuagenario que meneaba una cazuela sobre la vieja estufa de leña empotrada en la pared de piedra.

—Buenos días Sprig, ¿Quieres un poco de avena? — le ofreció el mayor con una energía bastante jovial.

— ¿Le pusiste nueces?

—Por supuesto, y un poco de miel de la granja de abejas que me vendió Wally— exclamó orgulloso y el adolescente sonrió.

—Eso es aún mejor— el hombre apartó la cazuela del fuego y sirvió dos tazas del alimento.

—Aquí está— ambos tomaron asiento en la mesa y Sprig se permitió disfrutar del aroma a avena recién hecha mientras esperaba a que ésta se templara.

Por su parte Hopediah sacó un trozo de pan de calabaza de la alacena y le dio un gran mordisco.

—Hey, abuelo, ¿No te dijo Sylvia que debías bajar tu consumo de azúcar? — el de melena aurea levantó una ceja y el anciano se aclaró la garganta.

— Eres mi nieto, no vas a delatarme muchacho— sonrió y Sprig soltó una risa.

— ¿No?

—Te daré 5 dólares más en tu próxima mesada— propuso limpiándose las migas de los labios.

—Que sean 10 para cada uno, Pops— la voz estridente de la más joven de los Plantar hizo su aparición.

La niña estaba cruzada de brazos recargada en el marco de la puerta.

—Esos son 20 dólares más, no creí que mi nieta trataría de estafarme de esa manera.

Un flashazo detuvo la perorata del hombre mayor.

—A la señora Sundew le encantará ver esto en nuestra próxima reunión familiar— Sprig quiso reírse, pero ahogó la carcajada con un trago largo a la avena.

—Bien, son 10 más para cada uno, pero el resto de pan es mío— farfulló el granjero, dándose por vencido rápidamente.

—Está bien, pero no te lo comas de una sentada— la preadolescente se dirigió a la olla con la avena y se sirvió un poco para acompañar a su hermano y abuelo en su breve descanso antes de dirigirse cada quien a sus actividades matutinas.

— ¿Dónde aprendiste eso? — susurró Sprig haciendo un gesto para que su consanguínea chocara los puños por el pequeño extra que había conseguido para sus mesadas.

—Sasha.

Sprig entornó los ojos, pero igualmente sonrió tras la porcelana de la taza.
Ciertamente era creíble.

Sasha Waybright tenía una capacidad increíble para negociar— (y salir siempre con la mejor parte del trato) — que muchos envidiarían.

Una vez que los tres terminaron con su pequeño tentempié, salieron de la casa rumbo a sus respectivas actividades en la granja.

La chica de la BibliotecaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora