Ana García nunca imaginó que su vida podría resumirse en pequeños pedazos de papel. Su rutina, cuidadosamente construida entre el trabajo y el silencio de su pequeño apartamento, comenzó a desmoronarse el día que Juan Pérez apareció en su vida. O, mejor dicho, en su cama. Todo empezó con una mudanza mal planeada. La inmobiliaria, enredada en una confusión de fechas, alquiló el mismo apartamento a dos personas distintas. Una cama, un único juego de llaves y dos desconocidos. Juan, recién salido de una relación tóxica, no estaba buscando nada ni a nadie. Ana, con sus propias cicatrices emocionales, solo quería un lugar tranquilo para recomponer los pedazos de su vida. Pero la vida, con su ironía cruel y a veces hermosa, decidió juntarlos. Los primeros días fueron incómodos. No había forma de evitarse en ese pequeño espacio. Así que, en vez de conversaciones tensas, empezaron a dejarse post-its. Pequeños recordatorios de cómo compartir su tiempo y espacio, reglas para mantener la distancia... o eso creían. Lo que comenzó con un "Apaga la luz cuando salgas" pronto se transformó en notas que revelaban más de lo que cualquiera de los dos estaba dispuesto a admitir. A medida que sus mensajes iban llenando la nevera, las paredes y los espejos, Ana y Juan comenzaron a descubrir que no estaban tan rotos como pensaban. Y que, quizás, el amor no estaba tan lejos como parecía.
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