Capítulo 8

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La casa de la Señora Petts tenía un suave olor a lavanda, algo que no había notado la noche que, desesperada, pedí por su ayuda. El lugar era cálido y acogedor, equipada con muebles de madera oscura y adornada con varios cuadros de paisajes y retratos de ella con distintas personas.

Dentro de la casa, en la sala de estar, el alekee me estaba esperando. Estaba parado delante del sofá, jugando con sus manos y con un rostro de niño bueno. A decir verdad, su semblante no era el mejor, sus mejillas estaban sin su característico tono lila, sus pupilas estaban dilatadas y la piel de su rostro no tenía brillo. El chico era transparente, su cuerpo hablaba por lo que él no estaba diciendo y no se necesitaba ser un gran observador para saber qué era lo que estaba necesitando.

—¿Qué tal tu día, querida? —preguntó la Señora Petts.

—Agotador —le respondí—. Estuve hasta recién haciendo trabajos de la universidad y me duele un poco la cabeza.

—Oh, querida. Por favor pasa, descansa un rato y relájate un poco —Su mano tibia se apoyó sobre mi espalda y me adentró más hacia su hogar—. Encendí un sahumerio de lavanda hace un rato, te ayudará a que te tranquilices un poco.

¿Sahumerio?

—Gracias —le respondí, aunque con cierta duda.

No entendía en qué me podía ayudar una varilla encendida, pero respetaba las creencias ajenas.

Noté que el muchacho se desesperaba a medida que me acercaba, aunque parecía querer disimular su ansiedad meciéndose de un lado a otro, murmurando algunas palabras por lo bajo. Notaba su esfuerzo y sus intenciones de querer darme un poco de espacio. Una chispa de simpatía me brotó en el pecho, el alekee me caía un poco mejor.

—Aguarda un segundo, querida —La mano de la vecina me soltó—. Iré a la cocina por algo de comida.

Estando más cerca de él pude notar que tenía ojeras de un color medio verde y los labios resecos. Su estado me causó sorpresa y cierta preocupación, ¿cómo alguien con buena salud podría desmejorar en tan sólo un día?

—¿Por qué tienes este aspecto? ¿Te sientes bien?—le pregunté, aunque sabía que mucho no me iba a poder entender.

La Señora Petts apreció pronto en donde estábamos, volvió cargando una bandeja llena de aperitivos que tenían un aspecto súper tentador. Los dejó sobre la mesa ratona que estaba frente al sofá.

Cuando me vio mirando al ser delante mío, hizo una mueca y suspiró con cierta resignación.

—No ha comido ni bebido nada desde ayer. Le ofrecí agua cientos de veces pero apenas tomó unos sorbos —Me señaló el sofá y luego la bandeja—. Siéntate Lena, él no se moverá hasta que tú no lo hagas; ofrécele para que beba algo, por favor. Tal vez si tú se lo dices, él pueda ingerir algo, pobrecito.

—¿Por qué no ha querido comer?

Me senté en el sofá mientras que la vecina se sentaba en el sillón frente a nosotros, y tal y como ella había supuesto, el muchacho se sentó a mi lado. No pegado a mi como ha hecho otras veces, lo hizo manteniendo una distancia prudencial.

Algo vibró.

Tomé el vaso con agua que estaba sobre la mesa y se la extendía hacia la persona que estaba a mi lado. El extraterrestre lo tomó, pero apenas le dio un par de sorbos antes de volver a dejarlo donde estaba.

—No lo sé, no me lo ha querido decir.

—¿Tiene alguna idea de lo que puede llegar a ser?

Repetí la acción del agua pero con un aperitivo que había preparado la vecina, lo aceptó sin decir una palabra, pero no probó un bocado. Simplemente lo sostuvo en su mano hasta que finalmente lo dejó sobre la mesa.

Nilo ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora