Capítulo 4

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Suponer que ofreciendo un poco de mi ayuda con la mejor de las voluntades para simplificar la situación iba ser lo mejor, fue el error de pensamiento más inocente que pude haber tenido en toda esa noche. La verdad es que poco sabía que todo se iba a tergiversar de una manera tan particular que me terminaría dejando fuera de juego una vez más en esa madrugada.

—¿Qué es lo que tengo que hacer? —le pregunté a la vecina.

—Tienes que darle consentimiento para que pueda acercarse —Levanté una ceja con desentendimiento descarado, ella pareció captar mi duda—. Los machos no se van a acercar a sus parejas, tampoco van a tocarlas, a no ser que tengan el permiso de hacerlo. Las costumbres de ellos protegen mucho esos asuntos.

Suspiré.

Tal vez si era más positiva, la situación podría tomar matices más coloridos, pero no podía hacerle frente a todo aquello con tanta alegría cuando todavía tenía un extraño sabor amargo en mi boca. Todavía seguía afectada por haber encontrado a alguien que no conocía dentro de mi casa y todo lo que le siguió después.

Todo parecía ser irreal.

El invasor con ojos de Bambi se estaba removiendo en el lugar. El color había escapado de su rostro a excepción de aquella sangre violeta que se iba escurriendo hasta perderse por el escote de su camiseta rallada. Su respiración era irregular y sus ojos se estaban volviendo cada vez más brillantes, pero no brillantes de vida, sino brillantes de una locura consumista. Unas cuantas palabras salieron de su boca, balbuceos que seguía sin poder entender.

Si yo tocaba a ese chico y su aspecto mejoraba, sería un alivio para mi conciencia por no terminar con un extraño en estado de inconsciencia dentro de mi casa. Pero, por otro lado, si lo tocaba y su aspecto no mejoraba, lo más probable era que ese chico terminaría inconsciente en mi sala de estar de todas formas.

Tocarlo era probar si realmente éramos parejas o no.

Aunque todavía no terminaba de entender muy bien cómo funcionaba todo eso.

—Voy a acercarme, pero no pienso soltar la sartén —aclaré; no era un gran arma, pero sí podría ayudarme a defenderme si algo llegara a ocurrir.

—De acuerdo.

—¿Puedes comunicarle que quiero acercarme?

La Señora Petts asintió y volteó a ver hacia el chico, hablando en aquel idioma al que no entendía nada.

Un poco recelosa me fui acercando hacia él. El chico se estremeció al percibirme, y antes de que el asunto se pusiera peor, antes de que me arrepintiera y diera marcha atrás, extendí mi mano temblorosa hacia el extraterrestre. Alineé mi mirada con la suya y le concedí el permiso con un asentimiento, a sabiendas de que posiblemente él no me entendiera.

El extraterrestre se fue acercando con lentitud, pasos cortos para una distancia igual de pequeña. El tiempo se fue haciendo cada vez más lento, a contramarcha de los latidos agitados de mi corazón que golpeaba mi pecho con ahínco. El aire comenzó a faltarme por los nervios, por todo lo que había sucedido y por todo lo que estaba a punto de suceder.

Su mano fría envolvió la mía y un estallido iluminó la habitación.

Sus ojos no se apartaron de los míos y la imagen de dos estrellas colisionando vinieron a mi mente, polvo estelar lloviendo sobre nosotros en tonos rosas y morados. Fue una sorpresa ver su mirada volverse completamente negra y luego transformarse en un blanco puro. Sobre su piel se trazaron líneas brillantes de color violeta que fueron formando símbolos espiralados y lineales, todos ellos se me hacían desconocidos. Nunca había visto nada como eso.

Nilo ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora