Capítulo 5

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Me desperté una mañana con la sensación de sentirme observada. Sin embargo, a simple vista, nada parecía estar fuera de lugar en la habitación.

Me desperecé, aún estando acostada en la cama; me senté desenredando las sábanas de mis piernas y cuando estaba por apoyar mis pies en el suelo, me topé con unos ojos extraños.

—¡Mierda!

Pegué un tremendo salto en la cama que me hizo caer y terminar desparramada en el suelo. El corazón parecía a punto de salirse de mi pecho y el aire tardó en llegar a mis pulmones por unos cuantos momentos.

Por encima de la cama se asomó una cabeza portadora de unos ojos almendrados que me miraban con cierta preocupación.

Las imágenes de la noche anterior me vinieron a la cabeza y resolvieron el enigma de porqué había un extraño en mi habitación. El ladrón que resultó ser un extraterrestre que estaba guiado por una estrella, por Alkes para ser más específicos, que se había metido en su casa porque, en palabras de la Señora Petts, yo le daba seguridad. El extraterrestre que terminó haciéndome partícipe de un espectáculo que jamás se me hubiera imaginado.

El mismo que durmió en la cama improvisada y el mismo que, luego de haberme duchado, se aferró a mi mano hasta que se quedó dormido.

—Yek'hume.

El extraterrestre me miró y soltó unas cuantas palabras que, como era obvio, no pude entender.

—Estoy bien, sólo me asusté.

Me levanté del suelo y me di cuenta que me temblaban las piernas del susto que me había pegado.

El alekee seguía con los ojos fijos en mí, su rostro levemente hinchado por haber dormido y con la marca de las sábanas en una de sus mejillas. Al ver que lo observaba sonrió y comenzó a soltar otra sartenada de palabras incomprensibles. Asentí como si hubiera comprendido cada una de ellas, hasta que luego de unos cuantos minutos se detuvo y reinó el silencio.

En esa ausencia de ruido, su estómago rugió.

Se suponía que la Señora Petts iba a volver para dar una solución a todo esto, tenía las esperanzas de que así fuera. Pero mientras tanto, tenía que seguir atendiendo al chico, no podía ser una desgracia y fingir desinterés hasta que ella apareciera. Lo único que esperaba era que todo el asunto se resolviera con rapidez.

—Vamos —le dije, a sabiendas de que no me entendería—, te prepararé el desayuno.

Caminamos hasta el comedor en donde lo hice sentar en una de las sillas. Cociné bajo su mirada espectadora, en donde ninguno de los dos hablaba y en donde el silencio sólo era interrumpido por el sonido de los utensilios.

La cocina pronto se inundó con el aroma del café, una delicia a la que me había vuelto adicta.

Cuando dejé un plato de comida frente a él, el extraterrestre jadeó sorprendido. Me miró con ojos brillantes y una sonrisa tímida había vuelto a asomarse por sus labios, anunció unas cuantas palabras en su idioma que las tomé como un agradecimiento y esperó dar los primeros bocados justo cuando yo di los primeros con mi desayuno.

Comió lentamente, sin quitar los ojos de mí. El extraterrestre me miraba con fascinación, sus ojos tenían un pequeño brillo de inocente que me resultó peculiar, incluso interesante. Su cabello se había secado y pude ver que ya no llegaba hasta su mentón sino que sus ondas se extendían hasta la altura de sus labios, sus hebras eran de un castaño claro que brillaban y parecían estar bien cuidadas. Su piel morena había recuperado su buen aspecto y brillaba, tersa y firme. Tenía una boca pequeña y labios carnosos, el labio inferior ligeramente más grueso que el superior.

Nilo ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora