|10| Iniciativa [Sukuna]

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Sukuna y tú habían estado teniendo citas durante un mes. Te gustaba verdaderamente a pesar de su ligera mojigatería. Te agradaba saber que era un caballero, pero, después de todo, ninguno de ustedes era un adolescente que necesitaba juguetear respecto al sexo.

Estabas un poco preocupada/o porque lo único que había hecho era tomarte de la mano y darte un beso de buenas noches. Al abordar el tema, tenía razones lógicas para tomarlo con calma; no le agradaba envolverse físicamente hasta saber que conocía bien a una persona (eso te halagó y fue un cambio agradable, en comparación con el apresuramiento que solían mostrar la mayor parte de los hombres y mujeres).

Por ende, habías decidido esperar para ver cómo se desarrollaban las cosas naturalmente. Pero estabas ya en el punto en que te quedabas llena/o de deseos después de la sesión de caricias de diez minutos que ponía fin a cada cita.

Decidiste que esa noche iba a ser diferente. Lo habías invitado a tu apartamento, asegurándote de que tu compañera estuviera fuera. La cena fue deliciosa, pero ligera. El vino fue correcto y las luces y la música dulces. Sukuna pareció tranquilizarse cada vez más a medida que transcurría la velada, y trataste de mostrarte muy seductora sin exagerar la nota.

Finalmente, estabas acostada/o en sus brazos sobre la alfombra frente a la chimenea, escuchando la música y devolviéndole los besos. Mostraste claramente tu excitación mientras Sukuna te seguía besando como un experto. Le tomaste la mano y se la llevaste a tus partes y, al cabo de un instante, comenzó a acariciártelo. Al principio fue muy suave, pero, al ver que le respondías, se fue haciendo cada vez más audaz, frotándote y apretándote el pezón hasta que te sentiste muy excitada.

Al poco tiempo, te abrió unos cuantos botones de la bata y te puso la boca donde había estado la mano. Te chupó cada uno de los pezones, tomando tus dedos pequeños y firmes en su boca.

Te desplazaste de modo que tu cuerpo se apoyó firmemente contra el suyo, pero no se dio por enterado. En lugar de ello, comenzó a descender a lo largo de tu cuerpo con mucha lentitud. Te besó por todas partes. Sus labios se deslizaron
por tu pecho hasta llegar a tu ombligo, donde te exploró con la lengua. Siguió hacia abajo, deteniéndose para besarte y lamerte con suavidad los huesos de las caderas. Le ayudaste a quitarte el resto de la ropa. Esperabas que él se desnudara
también, pero, cuando no lo hizo, no dijiste nada pensando que podía estar preocupado, creyendo que iba a sorprenderte de modo desagradable.

Sin embargo, siguió excitándote. Te toreó el triángulo velludo, besándolo y acariciándolo todo, pero dejando la vagina/el pene para más tarde. Luego, te dio la vuelta y sus dedos te acariciaron las nalgas.

-Tienes un trasero muy hermoso -te dijo y comenzó a darte masaje.

Sentiste que su lengua te lamía el ano con suavidad hasta que se relajó y se abrió ante su insistencia. Insertó en el orificio la lengua y la metió y sacó como si fuera un pene pequeño. Nunca antes habías experimentado eso y te agradó
mucho.

Al cabo de un rato, te dio la vuelta sobre la espalda y comenzó otra vez a besarte. Estabas ya respirando de modo muy audible y le pediste que dejara de torearte.

-Ya no puedo soportarlo. Por favor, entra en mí.

Sin embargo, no te prestó atención. En lugar de ello, aplicó con experiencia la lengua sobre tu clítoris/prne. Te lamió y sorbió y llegó a excitarte de modo increíble. Entonces, le rogaste de nuevo:

-Por favor. Quiero que entres en mí.

Por alguna razón, se detuvo por completo y se sentó inmóvil. Cuando le preguntaste qué tenía, no pareció capaz de mirarte.

-¿No te gusto? -le preguntaste, llena/o de confusión.

-Por supuesto que me gustas... mucho -respondió, todavía sin mirarte-. Es sólo que...

-Dímelo, por favor -le rogaste.

-Bueno, en realidad, nunca he podido hacer el amor porque no puedo permanecer erecto.

Era una confesión muy dolorosa.

Permaneciste en silencio un par de segundos y, luego, le dijiste.

-Déjame ver si logro tranquilizarte lo suficiente para intentarlo... Sólo para intentarlo.

Por primera vez, desde que inició su «confesión» , te miró a los ojos y asintió.

Había llegado tu turno. Tomó tu lugar en la alfombra y comenzaste a besarlo. Cuando levantó la mano para tocarte, lo disuadiste de ello hasta que estuviera convencido de que todo eso iba a ser para él.

Lo besaste con ternura, mientras lo desvestías. Le besaste las tetillas del mismo modo que lo había hecho él con tus pezones y te agradó ver que se le ponían muy erectas. Cerró los ojos mientras seguías adelante. No hubo apresuramiento y, eventualmente, viste que su cuerpo se relajaba.

Cuando le quitaste los pantalones, se contrajo un poco, pero tus caricias tranquilizadoras hicieron que volviera a sentirse a gusto una vez más. Mientras le dabas masaje por todo el cuerpo, evitando a propósito su pene, viste que se le
suavizaba el rostro.

Le dijiste que se diera la vuelta, como lo habías hecho tú antes. Seguiste la línea de sus nalgas con la yema de tus dedos, terminando el recorrido en su ano.

Utilizaste también la lengua. Aunque se puso tenso al principio, comenzaste a escuchar sus murmullos apasionados.
Cuando se echó sobre sus espaldas, viste que el pene se le comenzaba a endurecer. Comenzaste a acariciarlo, empezando por los dedos de los pies y ascendiendo sin tocar todavía su miembro ni sus testículos. Te desplazaste sobre
su pecho y tu lengua se unió a tus manos en la exploración. Te estabas excitando tú misma/o tanto como esperabas excitarlo a él.

Luego, con mucha suavidad, dejaste que las yemas de tus dedos le rozaran el pene. Hacia adelante y hacia atrás, con roces suaves, hasta que se sintió completamente a gusto. En ese momento, te inclinaste y lo lamiste con suavidad, al mismo tiempo que le sujetabas ligeramente los testículos en una mano.

Cuando aceptó la caricia, le pusiste la boca en el miembro y le diste una mamada muy ligera. Se soltó por completo. Lo sentiste aumentar de tamaño en tu boca y endurecerse mucho. Él se dio cuenta de ello y pareció liberarse completamente. Lo seguiste mamando con lentitud hasta que lo notaste muy firme.

-¿Quieres entrar en mí ahora? -le susurraste sin dejar de acariciarlo con suavidad.

-Sí... -susurró casi de modo inaudible.

Por ende, seguiste adelante, pero te tomaste todo el tiempo necesario, como lo habías hecho antes. Primero te sentaste sobre él, cerca de su miembro, pero sin insertártelo. Seguiste acariciándoselo con la mano. Luego, te elevaste un poco
y dejaste que su punta te tocara la parte exterior de tu ano. Sentiste el deseo de introducírtelo, pero no osaste hacerlo. En lugar de ello, descendiste sobre él y permaneciste sentada. Parecía estar esperando tu siguiente acción: pero su
cuerpo tomó la iniciativa y comenzó a impulsarse.

Respondiste a su movimiento, mientras se ponía cada vez más duro y firme. Sus manos te buscaron los pezones y sus movimientos se fueron haciendo automáticos. Se impulsaba hacia adentro y hacia afuera, y su expresión de gozo
fue suficiente para excitarte al mismo tiempo que él.

Al comenzar a moverse con mayor rapidez, supiste que muy pronto iba a tener su clímax. Lo ayudaste, ajustándote con precisión a su ritmo. De pronto, gimió. Su cuerpo se sacudió violentamente al entrar en ti. Su semen brotó de manera interminable como si quisiera compensar todas las veces que había sido impotente. Cuando terminó su orgasmo, permaneció tendido, sonriendo. Te desplomaste en sus brazos y supiste que acababas de iniciar una relación amorosa muy duradera.

Dynamite || Jujutsu Kaisen x Lectora/or || +18 || Sexual-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora