Malas noticias

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Una habitación perfectamente iluminada por los rayos del sol, no se podía predecir que sería una noche lluviosa.

Sobre la cama había un hombre cubierto por la sábana gruesa, con sus mechones castaños enmarañados en su rostro.

Un rubio alto ingresó en la alcoba. Robert llevaba puesta una camiseta amarilla con un arcoíris y su ropa interior blanca; en sus manos, una bandeja con una taza de café, un plato con huevos revueltos, pan y mermelada. Dejó la bandeja sobre el buró.

—Buenos días— canturreó feliz; se sentó en la cama, acariciando la mejilla de John, quien se removió adormilado.

—Buenos días— musitó John, acomodándose en la cama para besar a Robert, quien sonreía enormemente y le ofrecía el desayuno. John sonrió con ternura y bebió del café.

—No puedo creer que hoy sea el día— comentó Robert, entusiasmado, jugando con el anillo de compromiso en su dedo.

—Ni yo— comentó John.

—Bueno, desayuna— sonrió el rubio—. Yo me voy a bañar y nos vamos— aseguró, poniéndose de pie.

—Hay que pasar por mi mamá— señaló John. Robert lo miró, con una mueca.

—¿Tenemos? Estoy de buen humor, no quiero que me insulten sin parar el día de mi boda— protestó el rubio.

—Es mi madre, Robert. No seas así— le dijo John. El rubio hizo un puchero.

—Bien, pero defenderme no te hará daño— señaló. El castaño soltó una risa airosa.

—Está bien— sólo dijo. Robert le dio otro beso en los labios y se dirigió al baño.

Cantó en la ducha, durante los 30 minutos que estuvo dentro, desde el baño hasta el periodo en que se depiló el cuerpo completo.


Estaba en una de las habitaciones de la casa, fajando su camisa blanca, antes de tomar los tirantes negros. Se sonrió en el espejo y le dio una mirada al jardín decorado que estaba detrás, visible por la ventana; era perfecto para el mejor día de su vida.

Se giró hacia la puerta cuando la escuchó abrirse y le dio media sonrisa a la madre de John.

—¿Qué pasa, Joan?— cuestionó, colocando los tirantes en su pantalón. Nada bueno, seguramente.

—Quería decirte que he sido muy dura contigo— comentó la mujer, haciendo que Robert sonriera genuinamente—. Creo que tú y John hacen una muy linda pareja— al fin aceptó. Fue algo extraño, porque en el trayecto en auto había estado muy callada y ahora se disculpaba; era como un sueño. El rubio le dio un fuerte abrazo.

—Gracias, Joan— le dijo al apartarse—. Amo a John, con todo mi corazón y significa mucho que estés de acuerdo con la boda— explicó, encantado de que por fin lo aceptara.

—Hoy sé que tú no quieres aprovecharte de mi bebé y de su dinero— le dijo con una sonrisa, acariciando la mejilla de Robert—. Él será un gran esposo para ti— lo miró a los ojos y Robert sonrió una vez más.

—Gracias— musitó.

Su boda iba a ser incluso mejor, la reconciliación con su suegra era la cereza en el pastel para ese día perfecto.


Habían pasado apenas unos minutos, el rubio tomó su saco, pero se preguntó si John ya se había cambiado, así que soltó el saco, salió de la habitación y cruzó el pasillo hasta el cuarto que John tenía para él.

Jimbert - An angel with a broken wing - Un ángel con un ala rota.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora