Soy tan estúpido

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Robert suspiró, se quitó los tirantes y Jimmy se le quedó mirando en estado de alerta un segundo, pero cuando los colgó en la puerta del baño se relajó. El rubio se sentó en la cama y comenzó a quitarse los zapatos.

Terminaron cada uno en un lado de la amplia cama. Jimmy le dio la espalda, pero trató de escuchar atento en caso de que Robert se moviera.

—Si me tocas, aun por accidente, te voy a golpear— murmuró. Robert, quien también le daba la espalda, rodó los ojos.

—No lo haré— le recordó de mala gana.

No pasaron ni treinta minutos cuando Jimmy escuchó a Robert sollozar; trataba de ser silencioso, pero claramente no había tenido éxito.

—¿En serio?— se giró Jimmy. El rubio se asustó al escuchar su voz.

—Cállate. Deja de minimizar mi dolor— se quejó molesto.

Okay, lo siento. Tu dolor es válido. ¿Feliz?— dijo sarcástico. El rubio se giró para verlo.

—No.

Ambos se acomodaron sobre sus espaldas, mirando hacia el techo. Robert secó sus lágrimas, suspirando para relajarse, esa no era la noche que esperaba tener en el que debía ser el mejor día de su vida.

—No puedo dormir— comentó Jimmy, tras un suspiro.

—Ni yo— admitió Robert—. Tengo hambre, ¿quieres ordenar algo?— lo miró.

—¿Cómo qué?

—No sé, ¿pizza?— ofreció.

—No tengo dinero— comentó.

—Soy un niño rico, ¿no?— le sonrió.

Se sentaron en la cama, Jimmy recargado contra la cabecera y con una almohada sobre las piernas, Robert con las piernas cruzadas, en posición de loto. Tenían una caja de pizza frente a ellos, sodas en la mano y engullían las rebanadas con paciencia.

—Nunca había comido la pizza caliente, sabe mucho mejor— observó Jimmy.

—¿En serio?— frunció el ceño.

—Cuando él me dejaba comer siempre estaba fría y eran las sobras— se encogió de hombros. Robert tragó con dificultad.

—¿Te puedo pedir un favor?— pidió sin esperar respuesta— ¿Podrías no hablar de lo miserable que es tu vida? Me deprime un poco— comentó, casi apenado de tener que pedirlo. Jimmy terminó de masticar.

—Está bien, no hablaré de mí— aceptó.

—Sólo habla de lo bueno.

—No hay nada bueno— dijo, luego siguió comiendo. Robert bajó la mirada.

Masticaron su comida en silencio, un silencio que era casi un infierno para Robert, quien estaba acostumbrado a estar rodeado de personas que amaba, con ruido o mascotas cerca todo el tiempo.

—Seguro crees que mi vida es perfecta— comentó el rubio. Jimmy levantó la vista.

—No— se ganó su mirada—. Tu prometido te engaño y arruinó tu boda. Una tragedia— dijo con evidente sarcasmo. Robert le dio un trago a soda, sorbiendo del popote, luego la dejó sobre el mueble.

—Vengo del campo, vine a Londres buscando ganar algo de dinero. Un tipo me vio y me ofreció ser modelo, nada grande, pero me invitaron a una fiesta elegante— contó—. Ahí lo conocí— dijo con ensueño—. Era el estereotipo de la masculinidad en el exterior, pero sensible en el interior, amable, le gusta la jardinería y la decoración— comentó, sonriendo ante el recuerdo—. Era tan diferente a todos; nunca trató de dormir conmigo, simplemente fue mi amigo, mi mejor amigo— su tono había comenzado a sonar nostálgico—. Y cuando me rompieron el corazón me dijo mis palabras favoritas: "eres más hermoso por dentro". ¿Cómo no me iba a enamorar?— dijo, aguantando su llanto.

Jimbert - An angel with a broken wing - Un ángel con un ala rota.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora