Tienes que dejarlo ir

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Robert lo miró, pudo percibir el terror en los ojos verdes de Jimmy, su mano aferrándose a su brazo con fuerza, sin despegar la vista del sujeto.

—Escuché que Carl te estaba buscando— comentó el extraño, con un tono cauteloso, como si tuviera frente a una gacela y estuviera cargando su arma antes de que huya. Sacó su celular del bolsillo y marcó, colocándolo contra su oreja.

Jimmy sujetó el brazo de Robert con más fuerza, el rubio se hacía una idea de lo que estaba sucediendo, pero no se atrevía a decir nada.

—Carl, adivina a quién me encontré en Hertford— sonrió, manteniendo el contacto visual con el pelinegro—. Claro— sonrió con malicia y le extendió el celular a Jimmy—. Quiere hablar contigo.

Jimmy estaba temblando, apenas levantó la mano y lo tomó, llevándolo cerca de su propio oído, pero permaneciendo en silencio.

—Puedo escuchar tu respiración— dijo la voz al otro lado, cortándole el aire a Jimmy—. ¿Estás temblando? Porque deberías— casi pudo ver su sonrisa—. Si vuelves ahora mismo seré gentil contigo, pero si no lo haces... te voy a romper al punto que no verás la luz del día nunca más— explicó con tono aterrador.

Jimmy se sentía morir, aferrándose a Robert, quien le daba una mirada preocupada. Su respiración estaba acelerada, tragó saliva, luego miró a los ojos azules que de pronto le transmitían seguridad. El rubio entrelazó sus dedos con los de Jimmy, quien bajó la mirada.

—Vete al infierno— murmuró, luego colgó y le arrojó el teléfono al hombre frente a él, que apenas lo atrapó—. Vámonos— le pidió al rubio.

Se apresuró a ingresar al vehículo. Había lágrimas en los ojos de Jimmy; tomó una respiración profunda, sentándose en el auto.

El hombre estaba extrañado, volvió a marcar y Carl contestó de inmediato, pero el vehículo salió del estacionamiento.


Jimmy trataba de relajarse, mientras Robert le daba miradas ocasionales con una sonrisa en su rostro.

—¿Le habías contestado alguna vez? —preguntó, asombrado.

—No. No tengo idea de dónde saqué el valor— comentó, con una risa nerviosa al final y tratando de respirar normal todavía.

—¿Quién era el tipo?

—Adrian, amigo suyo— comentó. Sus manos aún temblaban y un leve sudor frío recorría su espalda, pero ver las señales de tránsito, asegurándole que se alejaban, fue capaz de relajarlo.


Lo primero que hicieron fue visitar la playa, Jimmy no se había divertido tanto en toda su vida; había una extraña sensación de victoria en su pecho. Cerró sus ojos y sonrió, recibiendo la briza del mar en sus mejillas; sujetando la mano de Robert con fuerza.


Se establecieron rápidamente en Essex. Robert siguió con pequeños trabajos de modelaje y Jimmy comenzó en una cafetería pequeña. Dejaron los moteles para tener una modesta casa en los suburbios.


La cafetería era pequeña, pero estaba cerca de una universidad privada, por lo que solía haber jóvenes toda la mañana. Jimmy era cajero y estaba contento con el trabajo, tenía un motivo para levantarse en las mañanas y se sentía independiente.

Entregó el cambio a una chica de cabellos color rosa y gafas redondas. Sintió la mano de su gerente en la espalda y como este se inclinaba hacia él.

—Tu cabello huele delicioso, ¿qué usas?— preguntó. Jimmy se apartó un poco.

—Nada en particular— comentó. El gerente acomodó el pañuelo del uniforme de Jimmy.

Jimbert - An angel with a broken wing - Un ángel con un ala rota.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora