El mejor día de mi vida

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Jimmy jadeó, aterrado y miró a la doctora, mientras en su cabeza sentía un torbellino de emociones e información. Apretó los ojos un momento.

—Debe ser la contusión— le dijo la doctora—. Se le pasará.

—Soy tu prometido— le dijo Robert, en estado de alerta. Luego miró a la mujer al frente.

—No. Yo soy casado— le informó Jimmy—. Carl es mi esposo. No conozco a este hombre— casi lloró, hacia la doctora—. No le crea. Mi esposo es el único, yo nunca estaría con alguien más.

—Está bien. Tú lo dejaste— lo calmó Robert.

—No.

—Huiste porque él te hacía daño— explicó.

—No. Yo nunca dije eso— Jimmy casi lloraba, tirando de la bata de la doctora para que esta lo escuchara a él.

—Jimmy, Carl falleció en el accidente— le dijo Robert, ganándose una mirada confundida—. Se acabó— lo tranquilizó.

—¿Qué?— musitó

—Huimos juntos a Essex, ¿recuerdas? Visitamos la playa— dijo con voz suave, acariciando su frente una vez más.

—Siempre quise visitar el mar— susurró. El rubio sonrió.

—Eso me dijiste la primera vez— murmuró. Jimmy cerró los ojos con fuerza y luego miró a las dos personas, su muñeca enyesada y los cables conectados a su cuerpo.

—¿Qué está pasando?— sollozó.

—Necesita descansar— señaló la doctora. Le dio un sedante a Jimmy para que durmiera.


El pelinegro se removió adormilado, acomodándose en la camilla; tenía una enorme marca morada en la parte derecha del mentón, extendiéndose casi hasta la oreja; pequeñas cortadas en el lado izquierdo de la cara, debido a los cristales del automóvil; la mano enyesada; debajo de su bata había más hematomas y cortes.

Miró al rubio en la silla a su lado, quien frunció el ceño, antes de despertar de golpe y tratar de adivinar el estado de Jimmy.

—¿Cómo estás?— preguntó bajo.

—Te recuerdo— le dio media sonrisa, consiguiendo una completa de Robert, quien tomó su mano suavemente—. ¿Has visto a Adrian?

—¿Quién?

—Adrian, el policía, amigo de Carl. Lo vimos en el estacionamiento del motel— explicó. Robert tardó un momento en comprender.

—Oh. No, ¿por?— frunció el ceño al final.

—Por nada— dijo, visiblemente preocupado.

—Jimmy, ya terminó— acarició su frente. El pelinegro negó con la cabeza, ya comenzando a llorar.

—No ha terminado— le dijo.

—Jimmy...

—El avión no hacía una escala, ¿verdad?— preguntó serio, su voz grave. El rubio bajó la mirada.

—... Fue para pedirte matrimonio— admitió lo que, evidentemente, Jimmy ya sabía.

—Esto es tu culpa— señaló, su voz seca, esta vez furiosa.

—Jimmy, yo no quería-

—¡Cállate!— lo miró, la ira en sus pupilas. Jimmy nunca le había hablado de esa manera. Sus ojos verdes se llenaron de lágrimas y los sollozos lastimaban su abdomen morado, pero tenía tanto porqué llorar.

Jimbert - An angel with a broken wing - Un ángel con un ala rota.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora