THE UMBRELLA ACADEMY [PRIMERA PARTE]

01

Cassandra estaba en una habitación leyendo un artículo en su laptop (la cual su padre le habia dado unos dias antes).

MUERE EL SOLITARIO MULTIMILLONARIO: REGINAL HARGREEVES.

Eso, aunque suene mal, le alegro en demasía ya que por fin saldria de esa fria habitación donde habia sido congelada por veintinueve años, aproximadamente.

Aun recordaba cuando supo de la desaparición de cinco y lo enojado que de había puesto su padre, tanto fue que decidió congelarla.

Y también como despertó hace dos años.

— ¡¿Reginal?! ¡¿Pogo, mamá?! — grito titiritiando de frío, pues acababa de salir de una cápsula.

Durmió con frío y ¿miedo? No, pero si con desconsierto. Despertó al dia siguiente y comenzó a gritar que la sacarán de ahi, nadie lo hizo.

Se alimento de comida enlatada y agua del grifo, asi continuaron pasando los días, semanas, meses, un año. Nadie venía, no se escuchaban ruidos, mas que solo escasamente, ruidos de un motor.

En enero de ese año, grito, grito tan fuerte como pudo para dejar ir su angustia y soledad. Tanto que sinto como si le desgarrasen la garganta.

— ¿Hay alguien aquí? — grito un chico, era Jeym, a quien conoció por una pequeña ventanilla.

Estuvieron hablando por horas, el moreno iba constantemente a tratar de sacarla, pero se rindieron ya que eso no daba frutos. El se enamoró de la rubia, su sonrisa y emoción, sus ojos brillantes pero aunque ella lo negase, su corazón ya tenía dueño.

Cinco.

Entro en su correo y le envío un mensaje a su amigo.

'¡Creo que al fin saldré, naranja!' — estaba tan emocionada que no se percato de que alguien, estaba detras de ella.

— ¡Mi niña! —exclamo aquella voz de la robot que era su madre.

Volteo rápidamente ya que se había asustado, nadie vivía por aquellos bosques en los que estaba encerrada.

—¿Ma.. Mamá? - balbuceo la rubia con petufaccion.

Pogo, quien estaba a un lado de aquella robot, solo sonrío mientras a sentía en forma de saludo demostrando en ese mínimo gesto que durante el paso de los años solo hacía más falta en la mansión fría que llamaban hogar.

— ¡Por dios, mami! - grito la rubia con emoción y llanto, lanzándose a sus brazos.