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—¿Qué es una vía, Clara? —le pregunté un día que tomábamos el desayuno sobre el tejado mohoso que nos ensuciaba hasta el alma.
Le pregunté porque, en ese lejano tiempo que los mayores llaman "aquel entonces"; Clara iba al colegio. Iba antes que yo. Pensaba con mi mente de infante, que aquel lugar, colegio, era como una catarsis, donde con suerte te cambiaban todo pensamiento corrupto, y lo reemplazaban con más corrupción.
Quise preguntarle porque, en ese lejano tiempo que los mayores llaman "aquel entonces"; Clara era mi buena amiga.
Clara. Clara o no Clara, me miró con su mar de ojos azules. Probablemente eran verdes, pero ahora lo recuerdo todo muy difuso. Sacó un trozo de papel de quién sabe dónde, e hizo lo siguiente:
Dibujó una línea.
—Eso es una vía.
Al principio no entendí nada; al principio sólo era una línea en un fondo blanco; al principio llegué a preguntarme el por qué había preguntado; y sólo al principio me negué a abrirme a su significado.
—¿Qué es una vía? —insistí, porque así era yo en "aquel entonces".
Tomó el papel de nuevo, y con la ayuda del lápiz, trazó otras líneas junto a la que había hecho primero. Miré con curiosidad, pero no dije nada. ¿Eso era una vía, líneas juntas? Sólo parecía un laberinto inconexo ante mis ojos.
—Que sí, Alicia, que eso es una vía. ¿Deja de preguntarme, sí?
Dejé de preguntar, como lo dijo. Me lo guardé por unos meses, sin tener por donde indagar a saberlo, porque al fin y al cabo, yo no iba a ese lugar al que llamaban colegio. Meses después, le volví a preguntar, sin explicación alguna.
—¿Qué es una vía, Clara? —Otra vez, estábamos paradas en aquel familiar tejado.
—¿Ves eso de allá? —Estoy muy segura de que había apuntado al asfalto maltratado de la ruta sesenta y seis; pero yo miré más allá, hacia un caminito que seguía la misma dirección, pero que se abría paso entre las nubes—. Eso es una vía, por donde camina el todo y a la vez la nada. ¿Tú no crees?
Creía y no creía. La nada y el todo a la vez. Se sumaban como moronas de claridad a mi mente joven e inexperta.
En ese entonces, supe lo que pasaba. Clara caminaba por las vías vacías de su mente, estaba dormida. Caminaba, ¿o estaba flotando? ¿Pero si flotara, eso no haría a la vía una vía? Clara seguía caminando por las vías de su mente, muy lejano, creo yo, todo se escuchaba. Quizás nunca llegaría.
Miraba hacia arriba: nada. Hacia abajo: nada. Hacia los costados: nada. Pero hacia al frente:
Estaban las vías.
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