IV. Reflejos umbríos

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La expectación que me producía ese destello en medio de la oscuridad aceleraba mi pulso y alentaba a mi corazón a estallar. Hace algunas noches, mientras caminaba sobre los edificios y asomaba mi exculpado rostro a través de ventanas ajenas, me percaté de que una aberración hacía presencia en una de ellas.

Aquello era desarmónico. Su espeluznante presencia; como parecía especularme a través de esas abisales cuencas de sus profusos ojos; como parecía complacerse, enseñando aquella formidable sonrisa suya, oh, oh... Podía escuchar sus hendidos dientes crujir, deseando hincarse en mi cuello, quizás ejecutarme.

Ese inconfundible pánico que verle me causaba, era lo que más me impulsaba a querer seguir observándole a través de la enigmática ventana.
El sexto piso del primer bloque de una larga fila de edificios, que una vez advertida su fúnebre apariencia, cualquier mala presencia era sumamente esperada. Sólo yo me acercaba, sólo yo caminaba más allá de los techos de las viviendas, y me detenía para observar a quien se había convertido en mi más profundo temor.

La noche siguiente acudí a su encuentro, como era de esperarse, estaba ahí: exteriorizando sus tajantes e irregulares cuernos.

Mi respiración se hizo cada vez más pesada y agitada; sentía aquella mezcla amarga lacerando mi garganta con sólo tenerle al frente. Eso pareció agitarse al mismo ritmo, siguiendo mis movimientos. ¿Por qué me imitaba?

Huí despavorido sin hallar consuelo en ninguna parte. Tanto fue mi miedo, tan frío y tan agonizante, que la noche siguiente decidí matarle.

Atravesé la ciudad bajo la luz de la luna: ahí estaba, ahí estábamos. Nos contemplamos por un largo rato, cargados de discordia y de sed por la muerte del otro. No podía soportarlo más; su mirada acechaba en mí, no me permitía respirar sin opresión.
Introduje mi dedo hiriente entre el umbral de la ventana que desprendía luz, para después propinarle un fuerte golpe a aquello que tanto miedo me causaba. Recuerdo, al culminar mi acción, el ver como un espejo de piso se desplomaba en el suelo al entrar en contacto con mi abrupto tacto.

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