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Se levantó deseando dormir eternamente. No le gustaba la luz del día, y mucho menos el sol. No le gustaba el sonido de los pájaros cantando, y mucho menos los pájaros. No le gustaba el mundo, y mucho menos las personas. Pero no le quedaba otra que vivir con ello.

Era verano, lo que significaba más horas de sol de lo normal.

Se levantó de la cama, se duchó y se vistió con sus típicas prendas negras. Cogió su móvil y auriculares dispuesta a deleitarse con música en el camino al trabajo.

Bajó al salón encontrándose con lo de siempre, una casa vacía y melancólica añorando la actividad vital que alguna vez hubo.

—Buenos días.—dijo para nadie.

Fingía no añorar esa actividad vital, pero lo hacía, fueron las únicas personas a las que no odiaba, y era difícil.

Caminó a la cocina, e inconscientemente fue hacia el frigorífico, donde como siempre, se encontraba una nota de su madre.

"Salí de viaje. No si serán dos o tres días. La abuela te enviará comida. Te extrañaré, mamá xx."

Rió irónicamente mientras hacía de la nota una bola y la lanzaba a la basura. "Te extrañaré". Ja.

Con una manzana en mano y November rain de Guns 'n Roses sonando en sus oídos, salió de su casa con dirección a su trabajo y su lugar favorito.

El mismo camino que hacía todas las mañanas desde que empezó el verano, estaba siendo recorrido de nuevo. El cartero en bicicleta que pasaba todas las mañanas y le sonreía pasó de nuevo, haciendo lo mismo. El señor de la casa de enfrente que sacaba siempre a su perro, salió de nuevo.

Miró sus viejas botas mientras su verso favorito de la canción que estaba escuchando, sonó: "Nothing lasts forever, and we both know hearts can change".

Sabía muy bien que nada duraba para siempre, y sabía más que bien que los corazones podían cambiar. Esos cambios que creen que es mejor para todos, pero siempre hay alguien que sufre en silencio. Y en este caso era ella.

Una pareja pasaron abrazados por su lado, el aroma del amor le embriagó entrándole ganas de vomitar. Y ella nunca exageraba, la colonia de la chica era demasiado fuerte y la manzana que acababa de comer se le revolvió en el estómago. Odiaba las colonias fuertes.

Un chico en skate pasó a su lado, él la miró de arriba a abajo, ella lo miró de abajo... Y no llegó a mirar arriba. Se maldijo por no haber cogido su skate esta mañana, supone que el viaje de su madre le distrajo.

Los coches iban y venían, las personas pasaban. Había llegado al centro de la ciudad. Aunque cueste creerlo, a ella le gustaba la ciudad. No la gente, ni los coches, ni el ruido, la ciudad.

Abrió la puerta y sonrió. Una sonrisa verdadera, sincera.

—Hola.—murmuró a Michael. El era su compañero de trabajo, y una de las pocas personas a las que toleraba, aunque a veces no mucho. Él podía llegar a ser muy ruidoso.

Él miró a su compañera, luego se fijó en su camiseta, y sonrió. Tal y como siempre esperaba a Arabella.

—Hola.—respondió.

—Me gusta...—él no la dejó terminar.

—Mi camiseta. Sí, lo sé. Y a mí la tuya.—dijo riéndo estruendosamente.

Él llevaba una camiseta de Guns 'n Roses, al igual que la de ella.

—Michael.—le regañó ella.

—Sí, vale, no hago más ruido.—dijo rodando los ojos y cogiendo el cartel de abierto para ponerlo en la puerta.—¿Por qué has tardado tanto hoy?

—Olvidé el skate en casa.—se limitó a decir ella. No quería contarle sobre el viaje de su madre. Aunque no dudaba en que se lo sacaría, Michael puede llegar a ser muy insistente cuando quiere, y ella se lo diría con tal de hacerle callar.

—Eso es muy raro en ti. Quieres más a ese skate que a mí.—dijo haciendo un puchero.

—Tonto.—murmuró ella con una sonrisa en sus labios. Se quitó los auriculares y los guardó junto al móvil en el bolsillo de su cazadora, la cual guardó detrás del mostrador.

—Arabella.—murmuró él. Ella se limitó a mirar sus pequeñas uñas pintadas de negro.—¿Qué ha pasado?

—Nada.—gruñó encendiendo la caja registradora.

—No tientes a este sensualón amigo.—dijo divertido señalándose a si mismo.

Ella siguió colocando las cosas. Michael era muy guapo, y tenía la extraña obsesión de teñirse el pelo, al igual que ella. El rojo le quedaba bien.

—Es ella otra vez, ¿no?—preguntó cruzándose de brazos y obligándole a mirarle a la cara.

Arabella era una chica muy guapa, pero no se quería dar cuenta. Su pelo azul era lo que más llamaba la atención de ella junto con sus ojos.

—Sí, joder—gruñó ella— Se ha ido otra vez.

—Bell—usó él el apodo de ella. Le cogió por los hombros, y sin que ella lo esperara, la abrazó. Pero era normal, Michael no era predecible.

El abrazo le llegó como una corriente de aire caliente. Satisfactorio, embriagador. Le gustaban los abrazos de Michael. Es lo que más extrañaría si algún día decide irse.

La campana de la puerta sonó, una señora de mediana edad sonrió mirando la escena. Ellos se separaron avergonzados.

—Buenos días, ¿qué quería?—tomó la iniciativa Michael.

—Quería mirar los amplificadores que tenéis—dijo amablemente la señora.

Michael asintió y le ordenó que lo siguiera. La señora antes de irse miró de una forma extraña a Arabella haciendo que un rubor apareciera en sus mejillas.

Apoyó sus codos en el mostrados y paseó su vista por el establecimiento. Ésta tienda de música era lo que más amaba en el mundo, después de su skate y su guitarra.

Es un poco deprimente amar solo cosas materiales, y ella lo sabía. Pero amar, lo que se dice amar, solo amaba eso. Luego estaba el querer. Quería a sus hermanos.

—Adiós—se despidió Michael de la señora cordialmente.

Luego la miró a ella. Como siempre metida en su mundo, jugaba con las púas encima del mostrador. Y entonces, decidió que ya era hora.

/n.a/: Hola, bueno esto es una especie de propuesta, tengo varios capítulos escritos, y a la idea me gusta sinceramente. Sólo quiero ver si es aceptada por el resto. Si os gusta seguiré subiendo y escribiendo, sólo hacédmelo saber por donde sea. Gracias, chaitoo.

Arabella // mgcDonde viven las historias. Descúbrelo ahora