cinco

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Michael no sabía qué hacer. No quería perderla, pero aún así pensaba que ella debería darse cuenta de las cosas.

Claro que no quería que cambiara en cuanto a todo, para él ella era perfecta, pero su contacto con la gente no era un punto a favor.

Andaba por la calle, arrastrando sus pies, cabizbajo, frustrado. Ahora mismo, tenía el corazón en un puño y su mente preparada para combatir.

Sabía que era ella, la que tenía que recapacitar y replantearse todo.

Pero entonces, ¿por qué lo hacía él?

Porque la quería. Quería sus ojos grises, cual tormenta, su pelo azul, su media sonrisa, porque nunca sonreía entera, su expresión de asco la cual usaba a menudo, su voz suave y áspera a la vez, sus manos extrañamente dañadas, cómo arrugaba la nariz y mordía sus uñas cuando estaba nerviosa, cómo ella siempre era sarcástica, su obsesión por la música, su skate y los videojuegos, su forma de vestir, cómo con tan sólo una mirada no te decía nada y te decía todo. La quería.

Pero estaba dolido. En realidad a ella no le importaba él. Y tampoco le quería, ella no quiere a nadie.

Le fue tan difícil atravesar su muro, y ahora, simplemente le ha echado de su fortaleza construyendo uno más fuerte.

Es su culpa, debería haber mantenido su boca cerrada. Le gusta la sinceridad, pero quizás se había pasado de sincero.

Chutó una lata de coca-cola en su camino. Pero esta aún estaba llena y mojó sus converse.

¡Vaya suerte tiene hoy!

¿Qué ha echo mal?

Él ya se disculpó con la señora Feldman por quemar su cocina, ¿esto era el karma?

Porque llegaba algo tarde.

Siguió caminando, pero vió un pelo azul, inconfundible.

Tembló involuntariamente.

Quería acercarse, pedirla perdón, incluso arrodillarse ante ella si hacía falta, pero de nuevo su mente luchó por no perder la dignidad.

O, espera, ¿tenía de eso?

Se sentía ridículo, mala persona, estúpido, mala persona, orgulloso, mala persona, no se sentía él.

Y mientras tenía esa charla consigo mismo, había perdido de vista a Arabella.

¿En serio? ¿Así de tonto o más?

Corrió en la dirección por la que suponía que había caminado a Arabella, pero nada, ni rastro de ella.

Parecía un loco desesperado.

Bueno, lo era.

Rendido, dio media vuelta y continuó su camino hacia no sabe dónde.

Estaba tan perdido, necesitaba encontrarse.

Caminó a un paso más rápido hacia lo que es su apartamento compartido con sus mejores amigos.

En el camino, vio y recordó tantas cosas que no pudo evitar no llorar.

Odiaba llorar.

En realidad, nunca lo había odiado hasta ahora.

Él estaba seguro de que no merecía esto, pero sin embargo, estaba también seguro de que es su culpa.

¿Conclusión?

Ninguna.

Sólo un lío inimaginable de acontecimientos, sonrisas, miradas y palabras en su cabeza.

Y es que, joder, ella en estos meses le había hecho sentir más que su ex novia en dos años.

Sí, suena muy de libro, pero ahora corrobora que eso pasa de verdad.

Escuchó un grito desgarrado proveniente de el callejón a su izquierda, el cuál pasó desapercibido hasta que oyó aquel grito.

Era doloroso escucharlo. Incluso terrorífico.

¿Quién podría gritar así? Y, ¿por qué?

Era puro sufrimiento.

Giró sus pasos y entró en el callejón, lento, silencioso, temeroso.

Arabella lloraba en el suelo, su espalda contra la fría pared y la sangre manchando sus pantalones.

Michael siguió avanzando, aún no veía a nadie, todo era tan lúgubre.

Arabella divisó una sombra, y escuchó el sonido de unos pasos acercándose. Miró hacia allí con temor. Las lágrimas salieron descontroladas de sus grises ojos.

El corazón de Michael dejó de latir. La sangré se paralizó en sus venas. Sus pulmones no querían funcionar, lo único que salía con fuerzas era sus lágrimas.

—A-arabella—consiguió decir, haciendo notar la falta de aire en su voz.

Ella le miró, aún llorando, sus ojos acuosos y más grandes de lo normal.

Él comenzó llorar más fuerte, y a Arabella los pedazos más grandes que quedaban de su corazón, se le hicieron diminutos, casi cenizas.

—Michael—contestó ella después de unos minutos de lágrimas y sollozos.

Él lentamente se acercó a ella, con cuidado, y se sentó a su lado.

Ella al instante agarró su mano, apretándola con fuerza a pesar del fuerte dolor en esta.

A Michael su tacto le reconfortó, no le importaba sentir la sangre de sus múltiples heridas.

—Lo siento.—dijo por fin Arabella, tragándose así lágrimas y orgullo—Lo siento, ¿sí? No. No soy buena para ti Michael. Me dolió lo que me dijiste, pero me dolió más que te sintieras así respecto a mí. Tenía miedo. Estaba aceptando y sintiendo cosas que nunca había sentido, ni que quería sentir. Todo es muy nuevo para mí. Y conmigo lo nuevo nunca sale bien, más bien nada sale bien.

Él la miró y suspiró.

—Yo también lo siento—contestó Michael—Pero, en realidad, no me arrepiento. Y tengo mis razones. Sólo te estaba diciendo la verdad, Arabella. Quiero abrirte los ojos y mostrarte lo que te estás perdiendo de los demás. Pero, más que nada, me refiero a mí. No quiero sonar egoísta, pero joder Bell, siempre quise transpasar tu muro y conocerte por dentro. Que te cierres tanto, me produció tal frustración que solté lo que pensaba.

Ella le miró frunciendo el ceño. Y cayó por unos minutos.

—No me gusta la gente falsa, así que me alegro de que te sinceraras—dijo por fin mirando sus nudillos—No soy fácil, Michael. Y no te lo pondré fácil, pero te dejaré intentarlo.

Michael sonrió con la sonrisa más sincera y satisfactoria que había dado en su vida.

El inesperado abrazo que recibió Arabella por parte de Michael, fue cálido y reconfortante, pero demasiado.

—Uh, basta. Te has lanzado—rió Arabella apartándolo poco a poco.

Él la miró con sus mejillas levemente sonrojadas.

Ella pilló el doble sentido de su propia frase.

—Mal pensado—dijo dándole un golpe en la nuca, a lo que él se quejó con un ronco quejido.

La miró, y luego miró sus manos.

—Vayamos a curarte eso, y me contarás todo—dijo él ofreciéndola una mano para que se levantase.

Ella la aceptó, y cogió su skate.

—Eso será más difícil—susurró al empezar a andar al lado de él.

Un susurro audible para Michael.

Arabella // mgcDonde viven las historias. Descúbrelo ahora