siete

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Despertó escuchando voces hasta el momento irreconocibles, con gran dolor de cabeza y un pequeño mareo que no la permitía abrir los ojos adecuadamente. Con bastante dificultad se sentó en lo que parecía ser un sofá, que le parecía reconocido. Miró directamente al suelo apoyando su cabeza en las palmas de sus manos, intentando recuperar el sentido de la visión, y quitar su mareo.

Una mano se posó en su hombro, asustándola y haciendo que pegara un brinco en el sofá de cuero negro. Giró su cabeza y vio al causante del pequeño infarto al corazón que acababa de sufrir: Michael.

Frunciendo el ceño se fijó en su amigo de cabello rojo, y al lado de él, un chico desconocido para ella, con pelo rubio ceniza, ni idea de exactamente el color, ojos de color indefinido también pero bonitos, labios finos y rosados, y barba de tres días que le daba un toque más sexy que de lo que era, definitivamente un puto dios griego se encontraba mirándola con media sonrisa y apariencia preocupada.

—¿Qué coño hago aquí?—preguntó con su típica voz rota.

Evidentemente ella no dejaría de ser como era por el hecho de que un tío que estaba para tirar cohetes la miraba constantemente, es decir, esto ya la había pasado antes con Michael.

—Te caíste por las escaleras al salir de aquí antes—dijo Michael sentándose a su lado en el sofá. Arabella agradeció ese gesto, si seguía mirando hacia atrás se dislocaría el cuello.

—Pero esa no era la pregunta—dijo ella— La pregunta es qué hago aquí—pausó—de nuevo.

—Yo te recogí de las escaleras y te traje hasta aquí. Luego me enteré de que eras Arabella—dijo aquel dios griego que se había sentando en un sillón enfrente suyo.

Se sentía confundida, es decir, ¿de qué lo conoce a él? O si no, ¿por qué la conoce a ella?

—¿Y te conozco?—preguntó confundida.

Ella no descartaba la idea de poder haber perdido algo de memoria por el golpe, aunque no creía que fuese eso, ya que, desgraciadamente recuerda toda su vida hasta ahora con pelos y señales. Y también recuerda a Michael. Aún así, ella solía olvidarse de hasta lo que comió ayer, a lo mejor por eso no le recordaba a él. Pero también lo dudaba, vamos, es un dios griego.

—Michael nos habló de ti—dijo aquel chico—Por cierto, soy Ashton.

La sonrisa del tal Ashton derritió a Arabella la cual sonrió de vuelta, no ampliamente, no deslumbrando al chico, pero fue dulce y verdadera.

—Él es mi amigo. Uno de los mejores—dijo Michael a su lado.

Ella lo miró directamente a sus bonitos ojos verdes, manteniendo la mirada y sonriendo levemente al final.

Ella soltó un suspiro.

¿Desde cuándo se había vuelto una mojabragas?

Piensa que puede ser el hecho de que esté en un apartamento dónde viven cuatro chicos, con dos de ellos que definitivamente hacen suspirar, y el ambiente con olor a colonia masculina.

Sí, asegura que debe de ser eso, ella también es una adolescente con hormonas, alguna vez tendría que pasar. A parte de cuando ve fotos de Andy Biersack, o Kelin Quinn, o Adam Levine.

Al fin y al cabo, no parecían malos chicos. Michael ya sabía que no lo era, aunque se lo hubiera hecho pasar mal, pero en cuanto al resto, Ashton parecía gentil, y muy amable, desprendía felicidad y su voz era extremadamente dulce, a parte de divertida, por lo menos para Arabella. En cuanto a los otros dos, no los conocía, pero su apartamento, de los cuatro, estaba medianamente ordenado para ser chicos, es decir, entran a su habitación y necesitan una brújula para salir.

—¿Quieres quedarte a cenar?—preguntó Ashton sonriéndola.

Michael le dio un mirada preocupada a Arabella, pensando que la incomodaría la pregunta.

Arabella miró a ambos chicos, y pensó en la soledad que la esperaba al llegar a casa, y como eso la haría olvidarse de la cena y subir a su habitación corriendo, a llorar por lo triste que era su vida, y quizá a desahogarse. Así que, consideró la cena con ellos una forma de distracción, y seguramente algo incómodo.

—Claro—sonrió ella finalmente, mirando a Michael a su izquierda, y a Ashton en frente.

Michael quedó sorprendido ante su respuesta, pero no puedo evitar el sonreír y levantarse enérgicamente, haciendo que Arabella lo mirara dulcemente.

—Será mejor que pidamos unas pizzas—dijo Ashton cogiendo su teléfono móvil.

—¿Qué? ¡No! Hagámoslas nosotros, sera divertido—dijo Michael con emoción en su voz.

Arabella simplemente asintió con la cabeza aceptando su propuesta, al igual que Ashton.

—¡Vamos a la cocina!—gritó Ashton comenzando a andar hacia la cocina, seguido de Mike, seguidos de Arabella.

Estaban seguros de que, por lo menos, algo acabaría quemado, y probablemente sería la pizza.

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⏰ Última actualización: Jul 04, 2016 ⏰

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Arabella // mgcDonde viven las historias. Descúbrelo ahora