04. Espera por ellos

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—No puede ser tan terrible, Anne. —le dice Diana.

—Soy una monstruosidad, chicas —Si quieres hablar de monstruosidad, creo que te supero por mucho —. Mejor olvídenme ya. Jamás quiero hacerlas pasar por esta humillación.

—Mejor quítate el sombrero. —le pedí. Anne hizo lo que le pedimos y quedamos sorprendidas al ver su cabello.

Tenía el cabello por encima de sus orejas, no estaba bien acomodado. Tenía unos más largos que otros.

Me quité la cinta roja que tenía decorando mi cabello, mechones de cabello cayeron sobre mi rostro. Me acerqué a Anne y comencé amarrar la cinta en su cabello para finalmente hacerle un lazo en él.

—Cuida bien esa cinta. Me la regaló mi mellizo. —Anne sonrió ante mi gesto.

—¿Ya estás recordando? —me preguntó Diana con una mezcla de sorpresa y tristeza.

—Oh, sí sí. —mentí —. Pero no mucho, nada más recordé ese momento.

Diana asintió.

Entrelacé mi brazo con el de Anne dispuesta a no abandonarla. Diana entró primero, íbamos con pasos lentos y todos colocaron la mirada sobre nosotras. Nos abrieron paso entre la multitud, pero quedé pasmada al ver aquel chico hermoso. No lo había visto en la clase, debe de ser nuevo.

Él tenía la mirada sobre Anne, pero después la colocó sobre mí. Causando unos retorcijones en mi estómago.

—Volviste. —murmuró Anne al chico, causando que él apartara su mirada y la devolviera sobre Anne.

—Hola. —le saludó.

—No hay oro. —se apresuró a decir Anne. Así que este debe de ser Gilbert Blythe.

—Lo sé. No volví por eso. Me alegra mucho verte. —Anne no dijo más nada, pero después hizo un gesto como si recordara algo.

—Oh sí, ella es Aphrodite Kim. Es prima lejana de Diana. —me presentó, extendí mi mano hacia él y este la aceptó, pero en vez de estrecharla; la volteó y besó mis nudillos.

Ay Dios mío, me sentí en el paraíso por pocos segundos.

—Es un gusto conocerla —dijo separando nuestras manos. Salí de mi trance y acomodé mi cabello —. Soy Gilbert, Gilbert Blythe.

Antes que pudiera contestarle, se escuchó como abrían y la puerta. Ya había llegado el profesor Philips.

—Abran sus libros en la página 20.

Cada uno fue a su respectivo puesto. Abrí la página veinte.

—Veo que tenemos a un chico nuevo en la clase —dijo el profesor acercándose a nuestro pupitre —. ¿Estás sentado en el lugar correcto, jovencito?

—Por supuesto que lo está, Profesor. Su cabello no define un género. Pienso que se ve perfecta tal y como está —le dije levantándome de mi asiento —. Aparte, usted tiene el cabello largo como para ser hombre. Si no fuera por ese bigote, hasta yo pensaría que usted es mujer.

❪...❫

Les aseguro que no me arrepiento de nada, pero mis pies no están de acuerdo y mis manos tampoco. Me dolían de tanto golpe que recibí de parte de ese repugnante hombre, no podía agarrar bien la tiza de tanto que me dolían. Mis manos parecía que estuvieran en llamas, como si en vez de tener el don de naturaleza tuviera el de fuego.

Mis pies estaban cansados de tanto estar de pie. El idiota —después de darme reglazos en mis manos— me mandó al rincón de la clase y que copiara desde allí.

Pero, soportaría cualquier cosa por mis amigas.


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𝐅𝐎𝐑 𝐘𝐎𝐔,    anne with an e¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora