Epílogo

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Si entrabas ahí, lo más probable era que formaras una mueca de asco y salieras corriendo sin pensarlo dos veces. Es que, cualquier persona con sus cinco sentidos bien puestos, podría notar el fuerte olor a moho, suciedad y alguno que otro alimento dañado, además, la escasez de luz hacía difícil caminar entre todos los escombros de cosas viejas acumuladas por los años.

Sin embargo, cuando te acostumbras, te vuelves un ágil felino, sin importar la edad sabrás donde poner tu pie para no caer o causar alguna desgracia. Y Jeon Jungkook, el anciano de ochenta y un años de edad, sabía perfectamente cómo llegar al comedor sin tener que mover los cachivaches de su hogar.

—¡Buenos días!—saludó, sonriente y desaliñado, con su calva cubierta por un gorro de lana recogido de algún basurero de su barrio, y un abrigo y un pantalón de lana que no había sido lavado hace algunos meses—¿Qué quieres desayunar hoy? ¿Panqueques? ¡Panqueques sean!

Al final se sentó a tomar un café mal hecho mirando el pequeño rayo de sol que asomaba por la ventana. No había panqueques, pero en su cabeza él se estaba comiendo uno, tampoco habían personas con quien conversar, pero en su mente él tenía ahí a la más importante.

—¿Que qué haremos hoy?—suspiró—No sé, ¿Le damos apertura a este 24 de diciembre con un blues romántico? ¿Te gusta la idea, Ángel?—se levantó de la silla, con fatiga y tosiendo porque sus pulmones y cuerpo habían aguantado tanto descuido por años—Aunque quería escribir la última página del diario de este mes. ¡Habré cumplido mi promesa otro año más! ¿Cuántos son ya? ¿Cuarenta años?

Fue hasta la sala donde, arrinconados a un lado, bajo unas repisas con portarretratos polvorientos, habían pilas tras pilas de diarios, todos sucios, algunos incluso imposibles de leer a causa de la humedad.

—Ven aquí, Ángel—el anciano llamó a la nada—Ven aquí y baila conmigo, démosle que hablar a esta gente envidiosa que no cree en tu existencia. Ellos dicen que estoy loco, pero no saben nada. A que no—como si un cuerpo estribera a su lado, el apoyó sus manos en una cintura imaginaria y comenzó a moverse de un lado al otro con elegancia, gritando como un desquiciado una vieja canción de blues.

Cantaba sin parar, grintándole al viento sin importarle si los vecinos lo odiarían o llamarían al loquero como solían hacer en repetidas ocasiones. Apoyó la cabeza al viento, sus cuerdas vocales cansadas pero dando lo mejor de él, su corazón viejo y sin ganas de vivir con ganas de seguir amando como un loco, y su alma anhelando con todas las fuerzas haber tenido siempre la razón: que Park Jimin siempre hubiera estado ahí, y no hubiera sido solo producto de un hombre demente amando a un fantasma inexistente.

¿Las personas sienten cuando van a morir? Porque él sí.

Con miedo, con miedo de escuchar la respuesta del silencio, preguntó llorando: —¿Estás aquí?

Silencio.

—Park Jimin, ¿Siempre estuviste aquí? ¿Park Jimin?

Silencio.

Cerró los ojos fuerte, con temor porque la falta de respuesta. Quizá, se dijo, las personas a su alrededor siempre tuvieron razón y solo fue un hombre con el corazón roto que envejeció en la locura, quizá Park Jimin nunca estuvo ahí.
Y lloró más fuerte, su cuerpo débil cayendo al suelo como un diente de león arrancado por el viento. Como el anciano ermitaño que se había convertido quedó en el suelo, sin recibir ayuda de nadie porque estaba solo en el mundo, así había preferido vivir su vida.

“No llores, aquí estoy, siempre estuve aquí”

Entoces, con unas fuerzas que no sentía desde hace mucho tiempo, él tomó su mano, se puso de pie, y sonriendo como el joven apuesto que un día fue, bailó con un Park Jimin que lo consolaba con hermosas palabras al oído. Y si un anciano yacía fallecido en el suelo con lágrimas en los ojos, nadie podía saberlo al igual que nadie podía saber de aquellas dos sombras danzando como pétalos al viento en medio de un salón sin vida.

 Y si un anciano yacía fallecido en el suelo con lágrimas en los ojos, nadie podía saberlo al igual que nadie podía saber de aquellas dos sombras danzando como pétalos al viento en medio de un salón sin vida

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✨Fin✨

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El diario de un fantasma | Kookmin FINALIZADO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora