Para ser Felices

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Disclamer: Todos los personajes, lugares y parte de la trama pertenecen a Thomas Astruc y Jeremy Zag, yo solo me he divertido (y tb llorado) escribiendo esta pequeña historia. Espero que os haya gustado ^^

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-Para ser Felices-

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1.

Todo pasó tan deprisa que Marinette no recordaría si quiera haber tenido un último pensamiento antes de cerrar los ojos a la espera de ser akumatizada. Habría sido triste no haber tenido ocasión de recordar a sus padres, sus amigos y aún peor, no haber dedicado un pensamiento a Chat Noir que, a buen seguro, tendría que llevar a cabo la dura tarea (ella sabía bien cuán duro sería) de pelear contra ella una vez que fuera akumatizada.

Pero no hubo nada.

Fue como parpadear y estar en otro lugar.

Oyó el grito de Tikki, alzó los ojos y la mariposa negra llenó su campo de visión. Era imposible detenerla, estaba justo sobre su cara. Lepidóctero había vencido y ella, tal y como había predicho hacía unos minutos, había fracasado por estar entregada a sus sentimientos pesarosos y su corazón roto, en lugar de alerta por lo que pudiera pasar.

Ser Ladybug era cuanto le quedaba y había fracasado también.

Cerró los ojos con fuerza y esperó a que la tenebrosa voz del villano penetrara en su cerebro. Lo recordaba bien de aquella vez en casi fue akumatizada por culpa de las mentiras de Lila; una aguja helada que taladraba su cerebro y se metía dentro a la fuerza. Y entonces, dejabas de oír tus propios pensamientos para caer en su hechizo malvado.

Pasaron unos pocos segundos, pero lo único que Marinette oyó fue el silbido de algo que se acercaba a ella, un chasquido y después una voz familiar que decía:

—¡Te tengo! —Marinette respiró hondo y parpadeó. Giró la cabeza y se encontró con una figura a los pies de su cama que sostenía un yo-yo muy parecido al suyo que se abrió y dejó ir una pequeña mariposa blanca que batió sus alas rumbo al exterior—. Adiós, mariposita.

¿Cómo...?

Marinette permaneció de rodillas sobre el colchón, con los ojos tan abiertos que casi se le salían de las cuencas y sin poder apartarlos de la recién llegada. Dio un respingo cuando Tikki se pegó a su cara con desesperación, pero tampoco entones los apartó.

—¡Marinette, Marinette! ¡Qué susto!

No respondió, pues la intrusa dio un paso hacia ella de modo que la luz plateada de la luna cayó sobre ella como un chorro de agua e iluminó su rostro decidido, su cabello oscuro peinado en una coleta larguísima y sus ojos azul cielo. Era una heroína que no dudó en sonreírla con ternura mientras se colocaba el yo-yo en la cintura.

—¿Estás bien, Marinette? —le preguntó. La chica pestañeó muy deprisa y siguió contemplándola con los labios entreabiertos—. Tranquila, miniyo, ya pasó.

Entonces dio un respingo.

—¿Eres... e-eres... tú eres...?

—¿Tú? —Le mujer sonrió aún más—. ¡Así, es! ¡Soy tú! Dentro de unos añitos... ¿A qué estamos genial? —Se estiró sobre sus pies y giró sobre sí misma para mostrarle una figura alta, esbelta y más generosa en volumen en ciertos lugares de su anatomía; todo ello ceñido en su querido traje moteado.

Luces ApagadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora