Garras Fuera

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Disclamer: Los personajes, parte de la trama y demás pertenecen a Thomas Astruc y Jeremy Zag, yo solo escribo por diversión.

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-Garras Fuera-

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Chat Noir nunca había recorrido la ciudad tan tarde... o tan temprano, según se mirara. Pero quedó fascinado con lo que vio.

Cuando apenas faltaba una hora para que amaneciera, descubrió que París se teñía de una luminosidad mágica, entre grisácea y plateada, que anunciaba el día entre brumas incandescentes. Sus ojos se abrieron sorprendidos y en mitad de su vuelo sobre los tejados, la luz regresó a la ciudad. Todas las farolas se encendieron a la vez y en torno a ellas surgió una aureola de color amarillo pálido; le parecieron luciérnagas perdidas bajo sus pies.

Y aún más abajo, entre los jirones de niebla, descubrió a personas que ya se habían puesto en marcha. El día había empezado para ellos y aunque le gustó verlos salir de sus casas con los rostros relajados, estirándose con las puntas de sus dedos apuntando hacia él y tarareando una suave melodía, le hizo recordar que la noche estaba terminando y él seguía sin desear que lo hiciera.

Marinette se había quedado dormida a su lado, acurrucada en su hombro, entre silencios, cuando las estrellas aún lanzaban guiños desde el cielo. Se dedicó a contemplarla un rato hasta que se convenció de que ya no se despertaría. La tomó entre sus brazos y la dejó en su cama; al inclinarse para arroparla con la sabana le pareció ver un movimiento por el rabillo del ojo, pero debió imaginarlo porque no había nadie en el cuarto.

Esperó un poco más, hasta que Plagg apareció a su lado y le tiró del cuello del pijama para que se marcharan. Invocó su transformación y partió de allí.

Llegó ágilmente a la ventana abierta de su habitación y la atravesó de un salto para caer sobre sus pies sin hacer casi ruido. Plagg salió disparado, por poco no logró atraparlo con sus manos pero lo hizo. Fue hasta su armario de quesos y dejó al agotado Kwami sobre un enorme trozo de camembert. Después, regresó a la ventana y se quedó mirando al exterior, ensimismado.

El trocito de cielo que veía sobre la ristra de balcones y azoteas iba aclarándose muy deprisa. Pensó que debería intentar dormir un par de horas antes de ir al instituto pero sentía su corazón aún alborotado y que su cerebro estaba más despierto que nunca.

Se dio la vuelta, apoyado en la ventana y buscó con la mirada al Kwami que ya parecía más recuperado. Sus mejillas se encendieron justo antes de hablar.

—Plagg...

—No, por favor —suplicó la pequeña criatura. Engulló un nuevo trozo de queso y meneó la cabeza—. No, sigo sin estar listo para lo que vas a decir. No he comido suficiente queso.

—¿Y cómo sabes lo que te voy a decir?

Plagg rodó los ojos.

—Me lo imagino por esa cara de bobalicón que tienes —respondió sin problemas. Aparentemente saciado, dio una vuelta en el aire y se irguió levantando una patita—. Que por otro lado, no es que sea muy diferente a la que ya...

—¡Es ella! ¡Es Marinette! ¡Todo el tiempo fue ella!

Plagg se congeló en el aire, con su boca abierta. Parpadeó despacio y después, súbitamente salió volando hacia la cara de su portador.

—¡Te equivocas! Ya hemos hablado de esto, ¿recuerdas? ¡Marinette no es Ladybug!

Adrien frunció el ceño.

Luces ApagadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora