Una Corona Para La Princesa

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Disclamer: Todos los personajes, lugares y parte de la trama pertenecen a Thomas Astruc y Jeremy Zag, no a mí. Escribo para disvertirme y entretener a otros.

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-Una Corona para la Princesa-

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Eligieron el mismo parque donde le montaron su fiesta de cumpleaños sorpresa el año anterior.

¡Vaya...!

La decoración escogida también era parecida a la de aquel día; los globos, las banderolas de rama en rama, las lucecitas enredadas en los troncos de los árboles de tronco más fino... Por un instante, Marinette miró a su alrededor y se sintió transportada a ese otro día, embargada por la misma emoción desquiciante e incrementada por la sorpresa, pues esta vez no llegó a sospechar nada hasta que Alya la condujo hasta allí.

—¡Te hemos sorprendido, ¿a qué sí?!

Desde luego que sí.

No obstante, se dijo a sí misma mientras paseaba hechizada por cuanto veía y embriagada por el aroma de las flores y de los dulces. Hay algo distinto a entonces... es como si hubiera magia aquí.

Podía olerlo, podía sentirlo sobre su piel y de magia sabía un poco.

Los globos elegidos eran dorados y blancos, a juego con la elegante mantelería que recubría la larga mesa donde sus padres habían instalado una maravillosa degustación de sus postres y dulces favoritos antes de desearle que se divirtiera y marcharse de vuelta a casa entre risitas. No había, esta vez, farolillos de papel iluminando el espacio sino una retahíla de velas en tonos crema sobre la mesa junto a cuencos repletos de piedras semipreciosas que destellaban con primor al brillo de las llamas. Le pareció un detalle muy original cuando lo vio.

Las banderolas no eran de plástico, sino de papel y tenían motivos preciosos relacionados con la costura; un carrete de hilo dorado por allí, un diminuto maniquí por allá.

Y en cuanto las sombras crecieron cediéndole paso a la noche, se alzó sobre su cabeza una inmensa cúpula de estrellas que brillaban y parpadeaban. No había una sola nube en el cielo; puede que esa fuera la noche más bonita de todas.

Nunca se habría imaginado algo tan perfecto. Y menos dedicado a ella.

—¿A qué es precioso, Tikki? —murmuró con disimulo al tiempo que abría su pequeño bolso. El Kwami miró todo con una gran sonrisa.

—Te lo mereces, Marinette —La joven se sonrojó—. Disfruta de tu fiesta y de tus amigos.

Sí, por supuesto, eso era lo que más deseaba. Disfrutar y no pensar en nada que pudiera restarle si quiera un diminuto gramo de felicidad a ese momento tan especial. Pero antes de darse cuenta, se sorprendió a sí misma buscando de reojo a Adrien entre los presentes.

En realidad no tardó más que un par de segundos en encontrarle, pero en ese diminuto período de tiempo, se preocupó. La posibilidad de que él no hubiera acudido a la fiesta junto a todos los demás apareció en su mente y notó un frío cortante barrer su cuerpo. Dada la actitud esquiva y despegada del rubio durante los últimos días no habría sido extraño que no asistiera.

No obstante allí estaba, mezclado entre los invitados y en apariencia tan alegre y tranquilo como era habitual en él. Hablaba con Nino junto a la mesa de la comida aunque le costaba gesticular por el paquete que llevaba en las manos.

Luces ApagadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora