4. Sara

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Cuando conoció a Sara, llevaba un mes saliendo con Harry. Decidieron ir a comer pizza al otro lado de la ciudad sólo porque estaban aburridos.

Sara era la camarera que los atendió.

Era bastante amable y sonreía con regularidad. Louis se preguntó por qué su mirada estaba triste a pesar de eso.

Continuaron frecuentando la pizzería y Sara se alegraba porque no la trataban con desprecio como solía hacer la gente. A veces las personas no comprendían la presión de los camareros.

Un sábado de enero, Louis y Harry vieron como el ex novio de la chica intentó golpearla cuando salía de su turno. La ayudaron y el tipo se alejó profiriendo insultos y amenazas que los chicos se tomarían muy en serio.

A partir de ese día se hicieron cercanos. Sara le ayudó a Harry a conseguir un departamento más cercano a la facultad.

Durante una tarde de esas, estaban jugando monopoly y Harry estaba indignado porque tenía que pagar un montón de impuestos con tan sólo respirar.  Louis estaba sentado a su lado recargado sobre su hombro y con un puchero en sus labios tratando de hacerlo sentir mejor.

—Se pusieron de acuerdo para hacerme perder. —Farfulló enojado. Louis pensó que parecía un gatito resentido.

Louis quiso reír pero se lo guardó. Sara por su lado estalló en carcajadas.

—Que seas un mal perdedor no es nuestra culpa. —Se burló entre risas.

Harry no respondió y rodó los ojos cruzándose de brazos con fuerza. Louis lo envolvió en un abrazo bastante incómodo. Acarició los delgados brazos de Harry y rozó su nariz en el cuello de su novio. 

—Te lo recompensaré ¿si? —Susurró cerca de su oído depositando un beso fugaz en su cuello.

—¿Lo prometes? —Harry hizo un puchero aún resentido. Louis lo miró y había un dejo de diversión en la juguetona mirada verde. Alzó ambas cejas y besó sus labios.

—Por supuesto, cariño. 

—Más te vale. —Dijo con mala gana fingida antes de sonreír. Era imposible para él enojarse con Louis y menos con una tontería así.

Louis sonrió con ternura y esta vez besó su mejilla, justo donde aparecía un hoyuelo escurridizo.

Un suspiro enternecido llamó la atención de ambos, desapareciendo la burbuja momentánea en donde se encontraban. Sara sonreía y negaba divertida, ya bastante acostumbrada a las muestras de afecto —a veces excesivas— de los dos. Ella al igual que el resto de sus amigos, sólo miraba y reía. 

—Ustedes son tiernos. —Había dicho ella con una sonrisa esa tarde de noviembre.

Y lo eran.

Realmente, cualquier persona habría podido ver el amor que se tenían. Y no solo verlo, era cuestión de percibirlos juntos. Esa sensación hogareña que emanaban era indescifrable.

Un año atrás, cualquiera hubiera apostado a una boda segura en un cálido día de junio.

Un año atrás, todo era diferente.

Para todos.

Sara había perdido a sus padres y luego una cadena de sucesos trágicos rodearon a la chica. Siempre estaba triste y decaída, siendo la pareja unos de sus pocos amigos reales que podían lograr que el peso sobre sus hombros mermara.

Louis sabe que aún lucha constantemente con su situación.

Cuidar de dos niños no es fácil, menos cuando tienes dos trabajos para mantenerlos. Louis, Harry e incluso Liam y su novia se habían turnado para cuidar a los pequeños hermanos de la chica. Sus tíos la ayudan con algo de dinero y visitan a los hermanos de vez en cuando. Sara se niega a dejar que los separen. Esos niños son su vida.

Louis espera que todo mejore para ella.

Sabe que ella espera lo mismo.

Cuando se queda una vez más en la soledad de la habitación piensa en lo mucho que las cosas pueden cambiar en un segundo. Cómo hace un tiempo atrás él probablemente estaría afuera junto a Harry riendo y molestando a Liam, quizá estaría bebiendo con Arthur o fumando un poco con Zayn, o tal vez haciéndole caras a Sara. 

Todo es diferente ahora. Sabe que todos lo tratan como una muñeca de porcelana que al mínimo roce puede romperse. Sabe que no es intención de nadie hacerlo sentir así, pero ni él mismo se siente capaz de cambiar eso. 

Suspira resignado cuando abandona la habitación azul.

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