-Criss… Criss… ¡Crisstal!

El grito de mi hermano me saco de mis pensamientos. Me gire hacia él y lo mire con cara de pocos amigos.

-¡Te escuche! ¿Quieres dejar de gritar?

-Lo haría si no escucharas la música tan alta, ¿Es que quieres quedarte sorda?

-Vamos, no estaba tan alta, además ¿Cómo sabes que no estaba ignorándote apropósito?

Allan se aparto un mechón de cabello castaño de la frente y rodo los ojos antes de volver a mirar al frente y seguir conduciendo. Estábamos de camino a la escuela como todas las mañanas, el seguía insistiendo en que ya estaba demasiado mayor para que me llevaran y además existían los autobuses, pero ¿Por qué pagar el autobús, cuando el me puede traer gratis? , además de que eso nos daba 20 minutos de tiempo fraternal antes de llegar a la escuela, que en otras palabras eran 20 minutos de mí sacándolo de quicio. La pura diversión. Para mí, claro.

-Y dime, ¿solo querías discutir? ¿O de verdad había un punto en todo esto?- pregunte solo por molestarlo, ya me daba una idea de a que venia esto

-Lo había, ¿quieres bajar los pies del tablero y sentarte como una persona normal?

Sip, había acertado - La verdad es que no – le respondí

-O tus pies bajan del tablero, o tú del auto

Sabía que no hablaba en serio, pero aun así resople antes de acomodarme en el asiento.

-¿Lo ves?-  Me dijo Allan – No fue tan difícil

-Enserio que nunca entenderé la obsesión de los chicos con sus autos, ni siquiera lo he ensuciado

-Y yo nunca entenderé porque insistes en subir los pies al tablero cuando escuchas música – replico - ¿es realmente necesario?

Fingí que lo pensaba por unos segundos. Al final me encogí de hombros.

-Francamente no lo sé, pero me relaja

Allan sacudió la cabeza

-Loca

-Estirado

Me gire a la ventana antes de que replicara y volví a colocarme los audífonos, aunque no encendí la música, solo era mi forma de terminar la conversación.

Sonreí para mis adentros.

Amaba a mi hermano. Desde que mis padres murieron solo nos teníamos el uno al otro, y supongo que todo hubiera sido más fácil si no hubiera sido yo a quien Allan tuvo que cuidar, el nunca lo ha dicho, pero estoy segura de que preferiría que yo fuera normal, es decir, seguro que todos preferirían que su hermana menor no fuera capaz de tirar abajo un edifico cuando está enojada. Pero aun así él siempre había estado conmigo. Cuando nos quedamos solos yo tenía 12 años y el 18, así que era lo suficientemente mayor para hacerse cargo de mi.

Claro que teníamos familia, pero lejana, tios y primos a los que mis padres habían nombrado algunas veces, pero que jamás habíamos conocido, incluso nuestros abuelos murieron antes de que Allan naciera, asi que ir con cualquiera de nuestra “familia” seria igual que estar viviendo con desconocidos.

Fue por eso que Allan había conseguido empleo en una empresa y se las había ingeniado para que no interviniera con su horario de la universidad. Salir adelante fue relativamente fácil. Además del empleo de mi hermano, nuestros padres nos habían dejado ahorros en el banco, además de la casa en la que siempre hemos vivido, si algo se podía decir de Marcus y Rebeca Montéz (mamá había empezado a usar el apellido de papá cuando se casaron, aunque aquí no fuera costumbre) es que además de ser unos padres maravillosos, eran de lo mas precavidos. Supongo que no quería que tuviéramos que mudarnos, siempre habíamos vivido aquí en Nayarit. En Tepic para ser mas especifica. El sitio no era lo bastante grande para ser considerado una ciudad en toda regla, y tampoco lo bastante pequeño para llamarlo un pueblo, pero había centros comerciales y librerías. Con eso me bastaba.

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