LA MUÑECA LULY

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RETO
Mujer, cremallera, violencia de género. (Debe contener esas palabras)

LA MUÑECA LULY
Por Espartaco Posse Varela

“El placer erótico es algo maravilloso y
por el que no hay que sentirse culpable”.
– Marian Benito –

—Apúrate Juan, en seguida viene el colectivo de la minera a buscarnos. ¿Preparaste todo para sobrevivir una quincena? Mira que en la mina Pirquillina, la vida es dura, muy diferente a la otra sucursal: sol intenso, frío de noche y soledad extrema.
Juanjo con rapidez se le dio por curiosear el equipaje de su compañero que quedó entre abierto, y encontró el rostro de una mujer desinflada —no estaba muy seguro de lo que era—. De repente, Roberto se da cuenta de que el bolso se encontraba desordenado y percibe un cambio en la mirada de él, —¡hay muñeca encerrada!, pensó—. Asimismo se apuró a rellenar con más abrigos para esconder mejor a su nueva compañera plástica.
—Juanjo, llévame los bolsos por favor. Espérame afuera yo entraré al baño y salgo —. Le indicó.
Desde la ventana se escucha la frenada de la combi quien levantó una polvareda como un manto de hojas. Todos empezaron a subir sus bolsos mullidos. Quizás utilicen todo lo que llevan, pero olvidarse algo, sería resignarse por una quincena a no contar con ello porque estarán muy alejados de cualquier asentamiento urbano.
Una vez que ataron sus pertenencias en el portaequipaje, subieron y se acomodaron con el equipo de perforación se relajaron. Roberto y Juanjo se ubicaron uno enfrente del otro, se miraban. Robert empezó a frotarse las manos; señal de nerviosismo. La mirada del pasivo indicaba que se avecinaba una larga charla en tonos explosivos, pero por lo pronto, al menos, ese no era el lugar de ventilar los problemas de pareja.
Juanjo seguía mirándolo mientras una cascada de ideas se le venía a la cabeza. ¿Qué significaba aquella compañera inflable? Según recuerda, le dijo muy claro a su compañero que solo llevara lo esencial. Artículos de primera necesidad, suficientes como muchos chocolates, naipes, ajedrez, y kerosene para la fogata del asado; ya que aquel sitio era frío de alta montaña y costaba encender el fuego.
¿Por qué llevaba una muñeca como artículo primario? —se martillaba con la pregunta Juanjo—. ¿Él ya no le era suficiente en la cama? El novato perforador no aguantó más el peso de las miradas acusadoras. En un momento de la travesía el transporte hace un alto y algunos bajaron a evacuar; cuando estuvieron sin público el hielo se rompió.
—¡Creo que no olvidé nada, traje todo lo que pediste!— Roberto repuso ya cansado de las histéricas emociones de Juancho quien con cierta ironía:
—Hasta lo que no te pedí, ¿no es cierto?—. A Roberto le dio un ataque de tos, como única respuesta.
Ambos se conocieron en la oficina de seguridad laboral donde trabajaba Juanjo, como encargado de esa sección, y el minero recién contratado era Roberto. Todo empezó con un cruce de miradas y una sonrisa cuando, el novato, renovaba los filtros de las máscaras —ritual que se repetía varias veces—. A Ro se le hizo extraño, pero no le desagrada ese coqueteo. Después, hubo recorte de presupuesto, muchos cambios y justo le tocó compartir la habitación con Don Juan —qué coincidencia, ¿no?—.
Obvio que siguieron los roces “casuales” de manos, los traviesos guiños de ojos, los rapiditos, esos mismos que se daban durante la entrega de las antiparras y baterías. Roberto seguía desconcertado, si bien, no tenía suerte con las mujeres, tampoco estaba muy seguro de su orientación sexual. Lo cierto es que ese juego erótico con Juanjo cada día le gustaba más y empezaron una relación: activo-pasivo.
Pasó meses de intenso sexo, locuras y peleas. Roberto se encontró con una encrucijada cultural, por no decir un tabú clavado en la linterna de su frente. ¿Cómo se termina una relación con un gay? ¿Acaso tendría que exponerse para una restricción perimetral por violencia intra-género? Con ansias deseaba el fin de esa tóxica yunta, pero sin sufrir las consecuencias laborales. Ya no anhelaba seguir con Juanjo, él se puso pesado, porque no quería que Robert conversara con otros mineros, hasta que llegó el harto martirio por esas escenas de control, celos enfermizos, y las continuas exigencias.
Por eso, compró a Luly porque sexualmente se volvió muy activo; pensó en cambiar de cuerpo, y darle duro hasta quedar sin una gota, a tener que caer de nuevo en las manipulaciones de Juanjo, quien llegó a tal punto de argumentar que no había stock de seguridad y Roberto no pudo trabajar seguro por lo que debió quedarse en su habitación. Entonces, decidió tomar otro camino relacional, pidió cambio de compañero de cuarto como primera medida, se lo concedieron luego de muchas trabas y dilaciones burocráticas.
Contento Roberto pensó que ya se había librado de él y comenzó a inflar a Lulú —había llegado la noche deseada—. En ese ínterin, Juanjo esperó que ninguno empleado esté rondando por allí y con desesperación abrió la puerta e invadió su espacio, y confirmó su sospecha sobre la existencia de una voluptuosa muñeca, quien se encontraba acostada con un corto vestido rojo y medias sexy.
—Roberto, ¿nos reconciliaremos de nuevo? Estoy seguro de que hago mejores orales que esa muñeca ordinaria, ven ahora que te bajo la cremallera—, afirmó con tremendos celos que cavaban sus pupilas.
—Te dije que el no tener suerte con las mujeres, no significa que no busque otros caminos alternativos. Por favor, Juanjo, ¡déjame en paz!, vete de aquí—, lo empujó hacia fuera afirmándole que —¡Ya fuiste! — y le cerró la puerta en la cara.
Y fue en aquel momento que la maquillada Barbie ¡sonrió excitada!

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