UNO

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El teléfono de su mesa sonó, pero Naru no levantó la vista del teclado ni hizo ningún otro gesto que indicara que lo había oído. Exhalando un suspiro, Gaara se puso de pie, se inclinó sobre su propio escritorio para llegar hasta el de Naru, descolgó y se llevó el auricular a la oreja. Naru seguía tecleando con el ceño fruncido, totalmente absorta.

-¡Naru, es para ti! -dijo Gaara secamente.

Naru alzó la vista y descubrió a su compañero, el cual, estirado cuan largo era por encima de la mesa y con el brazo extendido, le tendía su propio teléfono.

-¡Ay, lo siento! No lo he oído -se disculpó y le sonrió mientras agarraba el auricular. Gaara a menudo le tomaba el pelo diciéndole que vivía en otro mundo, y era verdad: con frecuencia le tocaba levantarse para contestar su teléfono porque ella estaba tan concentrada que no lo oía.

Gaara le devolvió la sonrisa mientras se sentaba de nuevo.

-Es Kakashi.

-Naru al aparato -dijo ella a modo de Kitsuneudo.

Y Kakashi Hatake, el redactor jefe de noticias, respondió con voz cansina. -Sube a verme, niña.

-Voy para allá -respondió ella con entusiasmo, y colgó.

-¿De nuevo te mandan fuera, Kitsune? -preguntó Gaara.

-Eso espero -contestó Naru al tiempo que se echaba hacia atrás su larga trenza. Le encantaban las misiones en el extranjero, eran un regalo. La entusiasmaban. A otros reporteros el cambio horario los hacía polvo; a ella, la ponía en órbita. Su energía y su buen humor parecían inagotables y, mientras corría hacia el despacho de Kakashi, notó el subidón de adrenalina. El corazón le latía más deprisa y le hormigueaba todo el cuerpo de nervios.

Kakashi alzó la vista cuando ella llamó con los nudillos a la puerta abierta del despacho, y una sonrisa suavizó las duras facciones de su rostro.

-¿Has venido corriendo? -preguntó mientras se ponía de pie. Fue hacia Naru y cerró la puerta tras ella-. Acabo de colgar...

-A la velocidad de costumbre -dijo Naru riéndose de sí misma con él. Sus ojos azules brillaban con regocijo y en sus mejillas se formaron hoyuelos.

Kakashi miró su pequeño rostro radiante y le pasó un brazo por lo hombros para darle un apretoncito. Luego la soltó.

-¿Tienes algo para mí? -preguntó ella, ansiosa.

-Nada inmediato -replicó él mientras regresaba a su asiento. Se rió al ver cómo el rostro de Naru perdía su entusiasmo-. Anímate. Tengo algo bueno para ti de todos modos. ¿Has oído hablar de la Fundación Olivetti?

-No -respondió Naru sin rodeos. Frunció el entrecejo-. ¿O tal vez sí? ¿Qué Olivetti?

-Es una organización benéfica europea -empezó a decir Kakashi, y Naru lo interrumpió con gesto triunfante.

-¡Ah, ya! Ahora los localizo. Esos aristócratas que patrocinan un gran baile todos los veranos, ¿no?

-Exacto -confirmó Kakashi.

-¿Me interesa? -preguntó Naru en voz alta-. En Estados Unidos no tenemos familias de sangre azul, sólo de vulgar sangre roja.

-Te interesa -aseguró Kakashi arrastrando las palabras-. Este año la fiesta se va a celebrar en Sakarya.

La cara de Naru resplandeció.

-¡Kakashi! ¿Kurenai Yūhi?

-Sí -sonrió-. ¿Qué te parece, eh? Casi estoy regalándote unas vacaciones. Entrevistar a la flamante esposa del ministro de Economía, acudir a la fiesta más lújosa que hayas soñado... y, además, cobrando. ¿Qué más podrías pedir?

Una vida propiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora