Estaba tan enfadada que no podía dejar de temblar. No sabía qué hacer. Se montó en un autobús cualquiera. Deseaba violentamente retorcerle el pescuezo a Sasuke. Le había robado sus cosas, la ropa y todo lo demás. Eso ya era grave, pero podría sobreponerse. Sin embargo, había algo a lo que no podía renunciar, el manuscrito, y tampoco se le ocurría la manera de recuperarlo. Ni siquiera sabía dónde vivía Sasuke, y su teléfono no figuraba en la guía.
Tenía que encontrar un sitio para pasar la noche, así que se bajó del autobús. Hacía calor y vagó por las calles llenas de gente hasta que se cansó y eligió un hotel al azar. Pidió una habitación y se quedó allí sentada, incapaz de resolver cómo debía actuar. Su mente saltaba de un pensamiento a otro, intentando encontrar el modo de recuperar el manuscrito sin tener que ver otra vez a Sasuke. Para eso, primero tenía que enterarse de donde vivía y, para conseguirlo, tenía que llamarlo, cosa que quería evitar.
El ladrón que le había robado el manuscrito había logrado paralizarla, como si también le hubiera quitado su capacidad de actuar. Pensó por un momento en volver a empezar desde cero, pero sabía que no podría rescribir la historia exactamente igual, no recordaba los detalles, cada frase tal y como la había escrito. Lloró un rato, consumida por la ira y la desesperación. Cuando por fin se decidió a llamar a Sasuke a la oficina, se dio cuenta de que se había hecho tarde; todo el mundo se habría marchado ya a casa.
Así que lo único que podía hacer era esperar. Se duchó, se tumbó en la cama y encendió el televisor. Se quedó dormida sin haberlo apagado y se despertó de madrugada, con el zumbido de la pantalla, cuando la programación terminó.
Estaba muerta de hambre. Apenas había comido algo a la hora del almuerzo y no había cenado nada ninguna de las dos noches anteriores. El dolor de estómago fue el puntillazo. Tumbada en la cama, adoptó la postura fetal y se echó a llorar. ¡Cómo se había atrevido Sasuke a hacerle algo así!
Pero se atrevía a todo, y ella ya lo había comprobado. Se quedó nuevamente dormida y cuando se despertó, cerca de las diez de la mañana, tenía un fuerte dolor de cabeza. Se duchó de nuevo y se vistió. Luego respiró hondo varias veces y se sentó junto al teléfono. No había modo de evitarlo, tenía que hablar con él.
Antes de que el valor la abandonara Naru marcó el número de la revista y preguntó por el señor Uchiha. Tenten respondió y ella le dio los buenos días antes de pedirle que la pasara con Sasuke.
-Claro, me ha dicho que le pase contigo en cuanto llames -contestó Tenten alegremente.
Naru estaba a punto de gritar de nervios mientras esperaba.
-Naru -cuando ella oyó su voz, ronca y aterciopelada, casi dio un saludo-. ¿Dónde estás, cariño?
Naru tragó saliva.
-¡Quiero que me devuelvas el manuscrito! -dijo ásperamente.
-Te he preguntado que dónde estás.
-El libro... -empezó a decir ella nuevamente.
-¡Olvídate del maldito libro! -gritó con voz áspera.
Los nervios de Naru no aguantaron más. Se le hizo un nudo en la garganta al tratar de ahogar las lágrimas que pugnaban por salir. Tragó saliva pero de nuevo tuvo que contener un sollozo y, al final, se echó a llorar de golpe, incapaz de dominarse. Agarraba el auricular como si le fuera la vida en ello.
-Me... me lo has robado -lo acusó entre lágrimas. Sus palabras eran prácticamente ininteligibles-. Sabías que era algo de lo que no podría desprenderme y me lo has robado. Te odio, ¿te enteras? ¡Te odio!
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Una vida propia
Fiksi Penggemar"Naru se preguntaba si Sasuke la reconocería después de siete años. Había perdido peso, se había vuelto más segura y había conseguido hacer carrera como reportera de una importante revista. Después de tanto tiempo, ¿reconocería Sasuke Uchiha, el nue...