El recreo

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 Aquí estoy, entre la oscuridad y el frío. Oigo los pasos del guardia que está en el pasillo. Ahora se acerca, se para, se aleja...

 Pasa el tiempo y no sé cuánto. Entre pesadilla y pesadilla, escucho al guardia; ahora allí, ahora aquí...

 No sé cuántos días llevo aquí, estoy pensando en el pasado sin preocuparme por mi existencia. De repente, el guardia del pasillo abre mi puerta. Sólo hay una pequeña bombilla y mis ojos no tardan mucho en acostumbrarse a la luz.

 -Te toca patio.

 -¿Cuánto tiempo llevo aquí?

 -No lo sé...

 El guardia me conduce por unos pasillos interminables hasta que llegamos a una zona cercada de barrotes. Pasamos por unas puertas y llegamos a la entrada del patio de recreo.

 -Cuando suene la campana vienes a esta puerta.

 -¿Y si no...?

 -Iré a buscarte, pero no te gustará, créeme.

 Doy un par de ojeadas a la multitud que hay frente a mí. Me recuerda mucho al campo de recreo del cuartel. Allí si no eras respetado no eras nada. Aquí debe ser igual. La única forma de ganarse el respeto es a fuerza de golpes.

 Analizo el patio... Estaban organizados en grupos. Busco a los que estén en el centro y rodeados por el resto, como estaba yo en el cuartel; era la mejor manera de controlar todo lo que sucedía. Efectivamente allá a lo lejos veo a un grupo de cuatro hombres, grandes y rapados al cero. Esos serán mi "salto a la fama"...

 Me acerco dando un rodeo, sin detenerme durante más de cinco segundos. Cuando estoy a escasos siete metros, me giro y me abalanzo sobre ellos.

 Salto sobre el primero, dándole un rodillazo en la frente. Le dejo sin sentido; supongo que muerto.

 Los otros tres me rodean y me intentan pegar entre los tres. Son fuertes pero muy torpes y lentos. Al que está en mi espalda le doy una patada en la rodilla cuando estaba corriendo hacia mí. Se la parto y cae al suelo gritando.

 El segundo me había lanzado un gancho de derecha, lo esquivo arrodillándome. Le pego en la entrepierna con el puño y después en la cabeza con el codo. Queda uno.

 Se lanza sobre mí, cual bárbaro. Yo le salto y espero a que se gire. Cuando se gira le agarro del cuello y le pego un puñetazo en la nariz, él recula y yo aprovecho para pegarle en el estómago. Se queda de rodillas. Le parto el cuello con las manos. Asunto resuelto. Tres muertos y un herido de gravedad, que cuando salga estará demasiado acojonado para venir.

 Suena el timbre.

 Voy a la puerta y el guardia me acompaña hasta mi "celda".

 Otra vez me he ganado el "respeto" de la gente.

El francotiradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora