Día 1

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Atsumu balanceaba sus pies desde la silla en la que estaba sentado.

Su hermano a su lado también parecía pasar un poco del tema, pero con la cara de aburrido que siempre tenia era difícil de saber.

Ademas, esa ropa le picaba. Deseaba estar con ropa un poco más cómoda y suelta. No con todas esas prendas que se le ceñían al cuerpo y parecía que cortaban su respiración. Y no olvidemos todas esas personas que pasaban en frente de él.

Tendría ocho años, pero no era ningún tonto.

Esas sonrisas falsas que ponían delante de sus padres, su hermano y él. Solo querían quedar bien delante de ellos. Tan superficiales. Quería irse de allí, escabullirse por las caballerizas y subir hasta el granero para hacer de las suyas.

Se desinfló en su silla quedando con una postura poco adecuada para un joven príncipe como él, pero todas esas formalidades no iban con él. Ni con su edad.

Miró al frente con cansancio y pudo reconocer aquella cabellera igual a las mandarinas que tanto le gustaba robar de la cocina para comérselas a escondidas. Meneó su cabeza siendo poco sutil hasta dar con la mirada caramelo.

El niño a la distancia le saludo siendo cuidadoso que no le viesen y estiró la comisuras de sus labios con sus índices para que hiciera una sonrisa. Algo que consiguió al instante.

Shouyo era su único amigo -bueno, el único cercano. Suna vivía a tres días de Inarizaki por lo que verlo era un poco difícil- y le hacía olvidarse por un momento que era el futuro rey de aquel lugar. ¿Por qué no dejarle tal responsabilidad a su hermano? Ah, si. Porque él era el mayor.

—A-chan. Pero mira cuanto has crecido.

El niño despegó la mirada de su amigo que no paraba de hacer gestos a lo lejos, para centrarla en aquel chico de voz algo chillona a veces.

—Nos vimos hace un mes, Tooru.

—Pues en un mes has crecido. Sin duda cuando tengas mi edad las damas no dejaran de querer estar a tu lado.

—¿Quieres decir cuando sea igual de viejo que tu?

—Atsumu, no seas descortés. Solo tiene dieciséis.- regañó su madre.— Perdónalo Tooru.

—No hay nada que perdonar Ami-san.- miró al niño.— Todavía recuerdo cuando venia llorando a mi regazo.

El niño giró su cabeza hacia otro lado completamente abochornado.

Aquello había sido cuando tenia cuatro años. Y cinco... Y seis... ¡A los siete ya se aguantaba! Y actualmente desde que Shouyo estaba con él no lloraba. Debía verse bien ante sus ojos.

El castaño habló con su hermano y él tuvo que fingir que prestaba atención al hombre que ahora le alababa. Tooru era diferente, por eso había quitado la mirada de su amigo, pero este hombre siquiera lo conocía.

No tenia sentido prestarle atención a una basura como él.

No tenia sentido prestarle atención a una basura como él

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