Día 4

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A lo largo de sus treinta años ha tenido unas cuantas primeras veces.

Y cada una con la persona más especial de su vida.

Shouyo.

Desde que tiene memoria siempre ha estado con Shouyo. En las reuniones familiares cuando los adultos empezaban a decir cosas vergonzosas sobre la infancia de sus hijos, las madres de ambos resaltaban lo mismo.

—¿Te acuerdas de sus primeras palabras?- decía la madre de Shouyo.

—¡Por supuesto!- movía su cabeza de forma afirmativa con entusiasmo.— Ambos dijeron el nombre del otro.

—Se veían tan lindos diciendo Chumu y Choyo.

Tanto él como Shouyo fueron el mejor amigo del otro, aunque era algo previsible teniendo en cuenta que siempre estaban juntos y solo se separaban cuando tenían que ir al preescolar él un año más avanzado que Shouyo al ser mayor.

No por ser el más listo... Porque no lo era tanto.

Aunque para Shouyo, él era la persona más lista en la tierra.

Ambos aprendieron a montar en bici al mismo tiempo. Al principio montaron con los ruedines a los laterales de sus respectivas bicicletas. A los seis meses de haber aprendido a montar con ellos, su padre decidió quitarles uno para que le fuesen pillando el truco a montar con medio soporte.

E iba bastante bien.

Cuando decidieron quitar al fin el ruedin que aún tenían, se pusieron un casco por si acaso llegaban a caerse... Pero no fue suficiente.

Aquella fue la primera caída de ambos. A él se le cayó el último diente que tenía que mudar por culpa de la caída, y Shouyo se raspó las dos rodillas. El llanto de dolor todavía estaba fresco en su memoria después de años como si hubiese sido ayer cuando los dos se cayeron al piso de asfalto.

—No volveré a montar en bici.- había dicho Shouyo en un roto sollozo; que se encontraba en su espalda al ir cargándolo.

—Fue nuestra primera vez montando sin ruedines. Es normal que nos caigamos.- le dijo él.

—Estoy seguro que para la próxima os irá mejor.- acabó diciendo su padre que llevaba con algo de dificultad ambas bicicletas; y su diente en uno de los bolsillos de su pantalón para que el ratoncito pérez se lo llevase dejando en su lugar una moneda como con sus anteriores dientes.

Luego de eso, como dijo su padre, cuando volvieron a montar en bicicleta nos les fue tan mal como la primera vez. Se pusieron sus cascos como la primera vez y con cuidado empezaron a pedalear de nuevo consiguiéndolo, no a la primera, pero sí después de un par de veces.

Y sin caerse.

Otra cosa que ambos habían tenido juntos, era su primer amor.

—Duh, como todos.- es lo que había dicho Osamu cuando se lo contó.

¿Pero que sabría su hermano?

Parecía que le importaba muy poco la vida con esa cara de aburrido. Solo le interesaba la cocina.

Para él, el primer amor fue algo importante, sin duda. Y también aterrador si hablamos que estaba enamorado de su mejor amigo. ¿Qué pasaba si le decía que solo lo veía como un amigo? Sería sin duda devastador.

No solo perdería a su mejor amigo por culpa del rechazo. Sino también a la persona que le hacía revolotear su corazón cual mariposa.

Pero él era Miya Atsumu. La palabra derrota no entraba en su diccionario.

AtsuHina Week 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora