Capítulo extra

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¡FELIZ AÑO NUEVO!


Mis muy apreciadas lectoras, he sido muy malvada al no actualizar esta historia, discúlpenme por favor, no he tenido tiempo suficiente para ello, sin embargo, les dejo un adelanto de algo que compartí hace unos días en el grupo de Facebook La Morada Mística y que, una amiga muy apreciada me dijo lo compartiera también por aquí, espero que les guste.



Unos ojitos azules acerados miraban tristemente hacia afuera de su casa.

La niña, de seis años de edad, observaba como la nieve caía cubriendo todo de una sábana blanca, tenía un poco de frío, estaba descalza y en camisón de dormir, pero no quería moverse de su lugar en los primeros escalones que daban a la segunda planta del hogar y que quedaban de frente a la puerta de entrada, deseaba, con todo su corazón, que esta se abriera y por ella entrara una de las personas a quién más quería y extrañaba.

— ¿Harriet? — Le llamó su madre, una mujer joven, rubia, de ojos verdes y voz dulce — ¿Qué haces ahí cariño?

— Quiero ver la nieve ¿Lo ves mami? Está nevando.

— Lo veo mi cielo, pero, puedes enfermar si sigues ahí parada y sin zapatos.

— Quisiera que mi papá estuviera aquí — Dice la niña al tiempo que deja escapar un suspiro.

Candice Granchester se tensó ante la mención de su esposo, sin embargo, y con un nudo formándose en su garganta se acercó a su hija, se sentó junto a ella y hablo despacio, mirando hacia afuera, tal como Harriet lo hacía.

— Él está trabajando cariño, pero vendrá en unos días, como siempre lo hace — Dice la rubia abrazando sus piernas.

La niña no dijo más, con sus ojitos llenándose de lágrimas se quedó en silencio, adoptando la misma posición de su madre, viendo la nevada, desde la ventanilla de la puerta...

Unas tiernas manitas tocaron el rostro masculino del hombre que parecía dormido en el sofá de la sala. Una risita traviesa se dejó escuchar y Terrence Graham sonrió al reconocerla, era su hija, Harriet quien ahora contaba con seis años de edad.

— ¡Buen día papi! — Saludó la pequeña — Tu barba me hace cosquillas — Expuso la niña pasando de nuevo su mano por la mejilla de su padre.

— Y aun así sigues haciéndolo — Dijo el hombre al tiempo que abría los ojos y jalaba el cuerpecito de su hija para recostarla junto a él — ¿Qué haces levantada tan temprano? — Cuestionó el hombre al mirar por sobre la maraña de rizos rojizos el reloj en la pared.

— Harry despertó y escuché a mamá levantarse — Respondió la niña — Creo que está preparando pan para desayunar — Susurró al oído de su padre — ¿Tú qué haces aquí? ¿Por qué no dormiste en tu recámara? — Preguntó curiosa.

— Me quedé dormido leyendo — Se justificó, moviéndose un tanto incómodo.

— ¿Por eso mamá está triste? ¿Por qué la dejaste sola anoche? Creo que también le tiene miedo a los monstruos bajo la cama porque cuando estás trabajando a veces se queda a dormir con Harry y conmigo, a veces llora, creo que te extraña como nosotros ¿Por qué tienes que irte papá?

El castaño tragó saliva, ¿Cómo podría explicarle a Harriet la situación? Cada día se hacía más grande y comenzaba a preguntar cosas que él no sabía cómo responder.

— Siento mucho esta situación Harriet, pero mi trabajo es así — Expuso — Debo estar en Stratford Upon Avon porque ahí está el teatro, ustedes aquí van a la escuela, mamá tiene su trabajo cerca y pues...— Se encogió de hombros — así la prensa no los molesta.

Tal vez, algún díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora