DECISIONES

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Tal vez, algún día

Parte dos.

Decisiones

Habían pasado un par de años desde que Candice White Ardley y Terrence Graham Granchester tuvieron que separarse por cuestiones de honor y compasión, Candy a pesar de ser la hija de una familia prominente llevaba una vida sencilla, seguía viviendo en aquel departamento en la calle magnolia y trabajando en la clínica feliz con el doctor Martín, su nombre había sido limpiado y habría podido regresar a su antiguo trabajo en el hospital santa Juana pero prefirió quedarse en la pequeña clínica, sentía que ahí era más necesaria que en otro lado, Albert que ahora sabía que era la persona que la adoptó no estuvo muy de acuerdo con lo que ella quería hacer, pero la quería y estaba tan agradecido por lo que ella hizo por él mientras estaba sin memoria que respetaba su decisión y la apoyaba.

Todos vivían en una aparente estabilidad, Albert al frente de los negocios familiares, Archie en la universidad faltando tan solo un año para terminar la carrera en administración y luego tomar su lugar en los negocios como miembro de la familia Ardley, Annie convirtiéndose en una dama refinada siempre bajo la supervisión de su madre, Patty en Florida estudiando leyes, pues debido a la guerra su familia decidió establecerse en Estados Unidos y después de la muerte de Stear la abuela Martha había caído enferma, así que buscando un lugar con clima favorable para ella terminaron en Florida, Eliza convertida ya en una señorita de sociedad andaba de fiesta en fiesta buscando siempre ser el centro de atención y pescar un buen partido para poder casarse antes que todas sus amigas o parientes, Neil también estaba estudiando, a pesar de que en su infancia y adolescencia el joven siempre demostró un carácter débil, ahora a sus veinte años había dejado de ser el niño mimado que un día fue, el golpe recibido por Candy al rechazarlo cuando estaban a punto de anunciar su compromiso hicieron dar un revés en el chico, el cambio fue poco a poco, día a día volviéndolo un hombre duro, frío y calculador, sobre todo al ver al objeto de su afecto florecer como lo hizo, sí, Candy seguía siendo la única persona a la que había amado, a su manera, pero la amaba y verla convertida en una mujer hermosa no hacían más que hacer crecer ese sentimiento que lo desquiciada por no poder arrancarlo de su pecho, verla florecer y convertirse en una hermosa mujer eran una tortura para el apuesto joven que a pesar de tener a varias damas y señoritas dispuestas rondando a su derredor él no las veía pues había decidido tener a como diera lugar a una sola... Candice White Ardley.

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Mansión Leagan

Candice Leagan miraba por la ventana de la biblioteca el hermoso jardín de su casa, "su casa" ¿Quién lo dijera? Cuando llegó a la mansión hace más de diez años llena de ilusiones por encontrar a su príncipe de la colina y lo único que obtuvo fue humillaciones, burlas y sufrimiento, hoy si bien no era la dueña al menos tenía un lugar en esa familia, uno que nunca quiso pero que al menos le daba lo suficiente para dejar de ser objeto de malos tratos, hoy era respetada, miró su mano izquierda contemplando el brillo del rutilante aro de oro blanco y brillantes en su dedo anular que representaba su estatus, el de una mujer casada, a su mente vinieron los recuerdos de aquella tarde en que dijo "sí, acepto" y lágrimas amargas brotaron de sus ojos al cerrarlos pues no pudo contener el llanto al caer en cuenta lo que eso significaba, unos creyeron que lloraba de emoción, otros lloraron con ella pues sabían la pena que la embargaba, Albert a su lado todo el tiempo no entendía pero la apoyaba, siempre supo que algo no estaba bien cuando ella aceptó después de casi un año de "cortejo" casarse con Neil, Archie, Annie, la hermana María, todos hablaron con ella, querían hacerla entrar en razón pero ella una y otra vez les dijo lo mismo.

-Neil ha cambiado, sé que seremos felices.

Nadie sabía y nadie supo las razones verdaderas al menos hasta ahora, solo Tom y Jimmy que al igual que ella fueron víctimas directas de la maldad del moreno, porque él sí había cambiado, pero no para bien y lo supo ocultar a la perfección, para todos era un hombre preparado, listo para adentrarse en el mundo de los negocios, refinado, elegante, guapo, pues era innegable que al crecer el jovencito miedoso se había convertido en un hombre sagaz, además de atractivo, de alta estatura, cuerpo atlético, ojos marrones chispeantes, sonrisa cínica que volvía locas a las señoritas de sociedad, pero era sólo una máscara que escondía a un ser perverso, capaz de cualquier cosa con tal de conseguir lo que quería y esa... era ella.

Tal vez, algún díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora