SORPRESAS

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- ¡Terry!, ¡No te los lleves!, ¡Terry! ¡Son mis hijos también!, ¡NOO!

- ¡Candy!, ¡Candy despierta!, Todo está bien Candy, sólo es un sueño.

Tal vez, algún día

Parte 3

Las manos de Candice Leagan temblaban mientras seguía sosteniendo en la infame carta que Neil le había dejado, sus ojos dos pozos verdes se habían oscurecido inundados por las lágrimas que estaban por bañar el bello rostro de la rubia; levantó la vista para mirar a Dorothy, que sentada a su lado la abrazó con fuerza.

- ¡Tengo que irme! - exclamó Candy levantándose súbitamente soltándose del abrazo de Dorothy - él sabía... me dejó hacerlo... él... él...se llevará a Harriet... ¿Dónde está Harriet?, Tenemos que irnos... Terry me la va a quitar... Dorothy ¿Dónde está Harriet?- la rubia caminaba de un lado a otro de la habitación hablando sin sentido, se acercó a las puertas blancas de su vestidor sacando las prendas que estaban ahí colgadas arrojándolas a la cama junto con una maleta que se abrió ante el golpe seco en el piso - ¡DOROTHY!, Tenemos que irnos, voy a buscar a Albert, él puede ayudarme y...

Dorothy sentada todavía la miraba asustada mientras Candy apilaba prenda tras prenda sobre la cama tropezando con la maleta que estaba tirada.

-! Candy!, ¡Cálmate!, ¿Quién se llevará a Harriet? - inquirió la mujer levantándose para tratar de detener a la rubia.

-Neil tiene razón, él no me perdonará nunca... se va a llevar a Harriet como su padre lo hizo con él, y yo... yo moriré si él me la quita y...- Candy se detuvo, su mirada perdida en algún punto entre la ventana y las puertas del vestidor, se llevó las manos a su vientre y palideció- ¡Mi bebé!, ¡También se llevará al bebé!- y entonces... Candy palideció, se tambaleó llevando una de sus manos a la cabeza cerrando los ojos y con la otra tomo su abultado vientre al sentir un pequeño dolor.

- ¡Candy! - exclamó Dorothy sosteniendo a la rubia que estaba a punto de caer.

*******************

Nueva York 1914

Neil Leagan caminaba por las calles de Nueva York, con las manos en los bolsillos de su abrigo maldiciendo para sus adentros, dejó su suite del hotel donde se hospedaba junto con su madre y hermana para salir a dar una vuelta, era preferible que seguir escuchando a la tonta de Elisa proclamando alabanzas al idiota de Granchester; y es que su hermana se había enterado por medio de los tabloides de espectáculos que devoraba todo el tiempo, que su antiguo compañero de escuela Terry Granchester, Graham, como fuera que se llamará ahora, sería protagonista de la obra Romeo y Julieta, gran escándalo que armó el día que lo vio publicado y hoy, aquí estaba él, arrastrado junto con su madre unos días antes del estreno para ver al imbécil.

- ¡Maldito Granchester! - decía el joven mientras pateaba una piedra en el camino- si no fuera por ti tal vez yo...algún día- la imagen de una linda y rubia muchacha brindándole su ayuda unas semanas atrás, exponiendo su propia integridad ante unos maleantes que lo tenían rodeado pasaba por su mente- ella es tan... se ha vuelto tan... ¡Demonios! - exclamó sacando la mano derecha de su bolsillo para llevársela a los cabellos, frustrado y enojado con él mismo por pensar en ella, en Candy White.

Así, sin darse cuenta llegó a las puertas de un bar, metió su mano en el bolsillo interior de su saco buscando su billetera, después de hallarla entró, se sentó en la barra pidiendo una copa de whisky, miró a su alrededor mientras le servían, no había mucha gente pues era temprano todavía, volvió la mirada a su izquierda, le llamó la atención el hombre junto a él, era un hombre maduro, de aspecto más o menos humilde, seguro de la clase trabajadora, frunció el ceño con desdén al verlo, el hombre bebía de un solo trago su vaso de vodka, se veía ansioso, atribulado.

Tal vez, algún díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora