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Capítulo 3
La fiesta

La puerta de la casa Belton se abrió de par en par para cuando el sol ya se había puesto en un hermoso atardecer que Elah fue obligada a presenciar junto a la abuela Isabelle y su infinita vajilla de porcelana en su invernadero.

Dentro Elah pudo escuchar el barullo de sus hermanas corriendo de una punta a la otra de la casa. La joven pudo ver con sus propios ojos el desastre que estaban desatando, la sala se había convertido en un tornado de un segundo a otro.

—¡Beth te dije que no podías usar mi pañuelo verde! —Kate la mayor de la hermanas corría a Beth por la cocina esquivando a una Susan bastante alborotada.

—¡Puedes prestármelo esta noche! —se quejó ella esquivando a Sophie quién intentaba lustrar sus mejores zapatos—. ¡Vamos Kate no seas egoísta!

Elah estaba exhausta, se detuvo a ver aquel desastre con una sonrisa. Solo había una explicación para la alteración de sus hermanas y eso significaba que esa misma noche había algo importante que tanto las desquiciaba.

—Si la abuela Isabelle las vería ahora, comenzaría a llamarme santa Elah —bromeó la joven dejando su sombrero sobre la mesa de entrada.

Kate le arrancó de las manos a Beth aquel pañuelo tan solicitado.

—¡Kate! —Beth gritaba entre sus berrinches.

—¡Se dice "por favor" Beth! —con mal humor y un ceño bastante fruncido para el gusto de muchos, Kate observó a Beth desde su altura.

Su hermana bufó y carcomida por su orgullo le negó esas dos simples palabras. Kate sonrió satisfecha porque prefería no tener que prestárselo antes de que tener que aceptar dejar aquel pañuelo en manos de la descuidada de Beth.

—Ya veras Kate... —murmuraba Beth dirigiéndose a las escaleras, pasó de largo a Elah sin saludarla y se sujetó del barandal—... cuando quieras pedirme algo prestado, ¡olvida que te lo de!

Elah alzó sus cejas viendo a su hermana subir las escaleras dando pisotones.

—Yo también me alegro de verte Beth —le sonrió para luego escuchar el portazo de su habitación compartida con la de Sophie.

Kate se acercó a su hermana sujetando entre sus dedos aún el codiciado pañuelo verde. Con una sonrisa se despidió apañar subir las escaleras hacia su habitación.

—¿Alguien piensa decirme que sucede? —se molestó la joven por poco arrugando la nueva tarea que la abuela Isabelle le había encargado para la siguiente visita.

Nadie respondió.

Fue en aquel momento cuando Louis Belton entraba por la puerta trasera de la casa, esta daba a la cocina y solía ser usada por Susan cada vez que iba en búsqueda de huevos frescos para el desayuno.

Elah sonrió de oreja a oreja al verlo.

—¡Padre!

Louis alzó la vista al escucharla y sonrió complacido de ver a su pequeña ahora mucho más grande. Extendió sus brazos para recibirla desde la entrada. Elah corrió hacia él y lo abrazó con cariño, no lo veía desde el día de ayer y es que ese mismo día tuvo que salir casi corriendo hacia la casa de la abuela Isabelle que ni tuvo el tiempo suficiente de poder saludarlo.

𝐿𝑖𝑡𝑡𝑙𝑒 𝑊𝑜𝑚𝑎𝑛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora