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Capítulo 2
Elah se encuentra en un aprieto

     Elah caminaba por el camino de tierra mientras observaba las correcciones que Kate había hecho en su tarea, por suerte no las había hecho a color porque lo único que le faltaba a Elah era que su abuela Isabelle se enterara que había tenido ayuda.

El problema no era que Elah no fuese capaz de terminarla sola, de hecho, la muchacha era bastante inteligente, demasiado, pero aquellos últimos días con la ausencia de su padre en casa, tenía más tareas de las usuales y necesitó a Kate quien siempre corregía las tareas de Beth y Sophie de la escuela, le diese una mano a ella también esta vez.

Elah hubiese podido hacer el trabajo en aquellas hojas por si misma sin ninguna dificultad, pero esta vez tuvo que hacer una excepción.

Tal vez fue por aquella distracción sobre la letra que no vio por donde caminaba, o el viento que se aproximaba al mover las ramas de los arboles a lo lejos, pero entonces, como si un fantasma se hiciera cargo, el viento le arrebató a Elah las hojas y su tarea de sus manos haciéndolas volar lo más lejos posible cerca del lago.

—¡NO! —exclamó Elah dándose la vuelta viendo sus hojas volar hacia el campo próximo al lago. Corrió lo más rápido que pudo, con una mano sujetando su vestido para no irrumpir con sus pies y con la otra el gorro en su cabeza para que no volara de igual manera que las hojas—. ¡Estúpido vestido!

Se quejó mientras saltaba el pasto alto por el campo sintiéndose de nuevo una niña.

Lo que Elah no sabía es que desde la mansión blanca sobre la colina vecina un muchacho se encontraba sentado en el porche observando el camino. Tal vez había sido el grito o los saltos de Elah que atrajeron su atención, pero inmediatamente al verla correr por aquellas hojas, él se levantó y se dirigió a ella con velocidad colina abajo.

Elah tropezó con uno de los pliegues y cayó sobre el césped ensuciándose un poco con tierra.

—¡No puede ser! —gruñó ella intentando levantarse.

—¿Se encuentra bien? —el muchacho de la casa blanca había llegado hasta ella un tanto agitado por la pequeña y repentina maratón.

—Yo siempre se los digo, ellas nunca me escuchan... —se quejó Elah sin siquiera notar que el muchacho la ayudaba a ponerse de pie—. Estos vestidos no sirven para nada...

El muchacho la observaba demasiado divertido como para siquiera presentarse. Elah por otro lado, a quien le importaba bastante poco su presencia, se volvía a concentrar en las hojas por las cuales había terminado en tal situación.

—La abuela Isabelle va a matarme —entonces Elah se volteó a ver al muchacho, un alto y muy atractivo joven de cabello castaño oscuro, y ojos azules le sonreía mientras ella llevaba una mancha de tierra en su mejilla izquierda—. Necesito recuperar esas hojas.

Elah no se molestó en saber si es que estaba siendo descortés, pero recuperar esas hojas era cuestión de vida o muerte, no era la primera vez que perdía una tarea de la abuela Isabelle y si se llevaba a enterar que lo había vuelto a hacer, le saldría bastante caro a Elah.

—Claro —el muchacho asintió y antes de poder decirle otra cosa, Elah se había disparado en búsqueda de sus hojas cerca del lago.

Ambos se pusieron a recogerlas a lo largo del campo, por suerte no estaban tan lejos como se veía desde donde se encontraban, y solo estaban un poco sucias, pero nada que Elah no pudiese arreglar con una sacudida. Hubiese sido mucho peor si caían al agua y la tinta se escurría, de aquello no podría salvarlas.

𝐿𝑖𝑡𝑡𝑙𝑒 𝑊𝑜𝑚𝑎𝑛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora