7.- Timor

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Abrió los ojos con pesadez, sintiendo un dolor terrible en todo el interior de su cuerpo.
Podía sentir como si todo su cuerpo estuviera al rojo vivo, pudo ver con dificultad a una criatura humanoide que sujetaba algo en su mano.
Escuchó su risa grave y miró como apretaba lo que fuera que tenía en su palma sin misericordia, haciendo que el rubio se retorciera de dolor y soltara un alarido agónico.
El coyote que era su familiar temblaba de impotencia al no poder moverse, gruñia y lanzaba mordidas al aire, sin embargo cada vez que intentaba acercarse era lanzado violentamente por el aire hasta golpearse con la pared.
Tweek miró con atención aquella figura.
Lo que sujetaban aquellas garras era un corazón latiendo.
-Me parece que aceptaste un trato de manera algo precipitada... Pero entiendo... Quieres proteger a los tuyos... Aunque no son los tuyos, eres una criatura muy rara-
El rubio respiro con alivio cuando aquel ser suavizó su agarre a su corazón y simplemente lo palpo con las yemas de sus dedos.
-No... Yo no he aceptado nada... ¿No se supone que debo firmar algo o una cosa así?- dijo el joven brujo mientras miraba como sus heridas se sanaban lentamente, miró en las sombras como aquella figura alta e imponente se acercaba con el órgano latiendo en su puño, lo observaba como si de un bocadillo se tratase, sonrió y soltó un suspiro suave.
-No tienes que. Cuando cortaste tus muñecas y te sacrificaste a ti mismo fue suficiente, no muchos logran invocarme, requiere agallas y debo admitir que las tienes... Me interesa tu alma por esa misma razón, te daré todo lo que desees en esta vida, pero tu alma inmortal será propiedad mía-
Aquella voz sonaba realmente determinada y segura, Tweek sentía como el frío comenzaba a apoderarse de su cuerpo y aquella presencia se acercaba a él.
- S-si ya no tengo ninguna opción... ¿Que es lo que tengo que hacer? - dijo el rubio ya resignado, cruzandose con una mirada carmesí, miró atentamente su rostro.
Un rostro joven, atractivo, con una sonrisa confiada y burlona, esa sonrisa ladina y afilada que parecía tan sombría, tan despiadada.
-Absolutamente todo lo que yo te diga que hagas-
Una vez acabo de hablar aquel demonio, la casa del rubio pareció volver a la normalidad, aunque lentamente podía notarse que mejoraban sus condiciones.
Comenzaban a surgir acabados más elegantes y bellos, incluso una bella enredadera comenzó a atravesar algunas partes de la fachada del lugar, dándole un toque más refinado.
En una elegante silla que había ocupado un lugar en el centro de la habitación se encontraba sentado el muchacho de elegante porte que ahora exhibía un par de cuernos oscuros y alas espeluznantes extendidas, dándole un aura ominosa.
-De ahora en adelante... Tu vida va a cambiar radicalmente... -
El familiar canino del rubio miró a su amo en el suelo apenas levantando la mirada, débil y adolorido.
Gruñó una última vez antes de perder el conocimiento producto de aquel ente maligno.

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