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JiMin se encontraba en su pequeña jaula de oro, sus ojos azules veían a través de los barrotes como todos los ángeles se reunían para recibir las bendiciones del padre celestial y entre ellos darse confort y amor, por lo que las lágrimas comenzaron a caer sus mejillas al ver el amor que se entregaban unos a otros, los abrazos y caricias en sus cabezas y se preguntaba cuando tendría el privilegio de ser aceptado por su Dios, por sus hermanos...

Un lastimero sollozo salió de sus labios, todos habían escuchado ese triste lamento, sin embargo, nadie giró a verlo más que su único amigo, el castaño intentó acercarse, pero fue detenido por los arcángeles a los pocos metros de la jaula.

—¡Déjeme! —le grita al gran hombre que lo sostiene con fuerza.

—No, TaeHyung entiende. —dice el moreno. —Te van a castigar igual a ti, para.

—¡Tú y papá son unos malditos! —los ojos ámbar del castaño reflejan toda su ira, él no entendía porque le hacían todo eso a JiMin. —¡Son unos malditos sádicos!

—¡Kim TaeHyung! —su padre lo tomó del cabello. —¡Basta!

Un fuerte azote en su espalda le hizo congelarse en su lugar, sintió la bilis quemar su garganta y salir por su boca en grandes cantidades. Jamás había sido azotado, el dolor era tanto... ¿Cómo era que JiMin aguantaba eso todo el tiempo?

—¿¡Qué ocurre aquí?! —el gran hombre apareció con una mueca de disgusto.

—M-Mi señor, el hijo de Amelia... —se apresura a decir el arcángel más grande. —Desde que llegó sólo ha corrompido a mí hijo, por favor...

Su voz se quiebra con gran angustia, todos los presentes miran al pobre TaeHyung sollozando en el suelo, mientras otros dirigen su mirada indignada al pequeño ángel que mira lleno de angustia la escena, eso causa una ira incontrolable al padre del castaño, por lo cual decide soltar una petición al Arcángel que mantenía su ceño fruncido.

—Permítame cortar sus alas

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Era una noche agradable, el viento frío y la ligera lluvia era perfecta para la gran fiesta que montaban las brujas de la Universidad de Seúl y obviamente el rey debía estar ahí.

Su cabello negro y largo se pegaba ligeramente en su cuello por el sudor acumulado en esa zona, las chicas movían su cuerpo al compás con él en un baile seductor y embriagante, su camisa negra a medio abotonar daba una grandiosa vista de su, bien trabajo, pecho.

—¿No te parecería ir arriba? —murmura Jennie. —No me molestaría servirle a su majestad toda... —besa su oreja y lame su salado cuello. —Toda la noche.

—Y a mí no me molestaría ser atendido por semejante mujerzuela. —suelta una ligera risa y la sigue hasta una de las habitaciones de la fraternidad.

YoonGi por otro lado estaba haciendo que un grupo de universitarios se drogaran cada vez más con toda la intensión de hacerlos caer en una sobredosis o, mejor aún, ponerlos a pelear entre ellos y así ganar un poco de dinero con apuestas. A pesar de ser un demonio con alto poder y que podía obtener lo que quisiese, le gustaba divertirse con los humanos, ya que eran como pequeños títeres a su conveniencia.

Lo mejor para ellos era poder gozar de sus crímenes y nunca ser descubiertos, porque de igual forma, ellos siempre se podrían salir con la suya.

Jeon se encontraba arriba de la azabache que jadeaba ruidosamente por lo salvaje que estaba siendo el demonio, cada vez mordía más fuerte y podía sentir las gotas de sangre caer sobre la cama, tan excitante y adictivo.

Angels.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora