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—¡Han Jisung! ¡Deja de llorar o te vas a secar como las flores!—dijo un Minho de siete años, señalando el ramo de margaritas que acababa de tirar a la basura.

Jisung miró hacia las flores marchitas en el cesto y lloró más fuerte. ¿Quién querría un ramo de flores secas? Solo terminan en la basura. Tal vez ahí era donde pertenecía Jisung, a la basura. Tal vez Minho tenía razón y él era una flor seca.

Minho se alarmó al ver que sus palabras solo ocasionaron que el menor se volviera una fuente viviente. Cada vez que Minho lloraba, su mamá le decía eso para que dejara de llorar, entonces, ¿Por qué con Jisung no funcionaba?

Después de correr de un lado a otro moviendo sus manos en señal de pánico, el mayor encontró un pañuelo de tela con el cual su madre se limpiaba las manos al terminar su trabajo en la florería. Su cara se iluminó al ver el pañuelo, como si la mayor revelación de su corta vida se hiciera presente. Minho siempre fue tosco y un tanto torpe cuando se trataba de la gente, pero cuando vio el pañuelo supo inmediatamente qué hacer.

Jisung tallaba sus ojos con fuerza, limpiando de forma brusca las lágrimas que continuaban cayendo de sus ojos de cuando sintió un toque suave sobre sus mejillas. Ante ello, alejó un poco sus propias manos de su rostro, logrando observar frente a él a Minho limpiando con suavidad sus lágrimas con un pañuelo rosa bordado con girasoles.

Como si de magia se tratara, las lágrimas de Jisung se desvanecen con cada toque, al igual que el dolor que había sentido con anterioridad en su pecho. El mayor sonrió una vez que vio que no había más lágrimas que limpiar, pero aún no había acabado con su trabajo.

Jisung se confundió un poco cuando vio que Minho se dirigió hacia su espalda, pasó sus manos por debajo de sus brazos, y comenzó a cargarlo gastando toda su fuerza infantil. El mayor terminó bajándolo, en una banca en el jardín, justo a un lado de las macetas con tulipanes y debajo de un árbol el cual le tapaba del sol lo suficiente para que no le molestara, pero dejaba pasar la luz suficiente entre las hojas.

Habiendo colocado a Jisung en la banca, Minho corrió hacia la florería de nuevo. El menor lo miró atentamente, esperando a que volviera, cosa que sucedió en cuestión de segundos. Estando frente a él, Minho le mostró una caja de jugo, la cual abrió con cuidado y se la ofreció.

Jisung no sabía qué tenía tanta sed hasta que dio el primer sorbo. El dulce sabor a manzana recorría su camino, mientras que Minho le miraba atentamente esperando que acabara.

—Gracias—susurro Jisung, pensando en que eso era lo que le había faltado decir y que por esa razón Minho le miraba tan insistentemente.

El mayor sonrió, pero aún tenía la mirada puesta sobre él.

¿Por qué le miraba tanto? En el tiempo que llevaban de conocerse, Minho jamás le había mirado así. Incluso recordaba las veces que había llorado antes, el mayor siempre le decía que dejara de llorar y si no lo hacía, se enojaba y lo tomaba de la muñeca para llevarlo hacia donde estaba su madre para que ella se hiciera cargo.

Esta reacción distinta que Minho tenía ahora no le molestaba, solo lo confundía y lo cohibía un poco, pero Jisung no quería que dejara de mirarlo.

Era cálido, dulce, suave. A sus tiernos cinco años, Jisung no sabía cómo describir este sentimiento con algo más profundo que "se siente bonito".

—Eres como un lindo botón —dijo Minho mirándolo casi con ternura.

¿Qué? ¿Un botón? ¿Cómo los botones de la ropa?

Jisung frunció el ceño, y antes de que pudiera preguntar, Minho se adelantó.

—¿Por qué estabas llorando?

El menor apretó los labios y bajó la mirada. Minho también apretó los labios, era la primera vez que le preguntaba a Jisung la razón de su llanto, pero si el menor volvía a llorar no estaba seguro de poder detenerlo nuevamente.

—Los niños del parque no quisieron jugar conmigo —soltó tratando de no llorar al decirlo.—Dijeron que soy muy enano, tonto y ruidoso...me empujaron sobre la caja de arena...uno de ellos me piso la mano.

Minho sintió su pecho doler. Jisung era bastante entusiasta, hablaba muy rápido cuando se sentía emocionado, y si bien su vocecita era chillona debido a su corta edad, ¿De verdad aquellos niños debían de ser tan crueles con él?

Miró hacia la mano del menor, no había herida alguna en ella pero si tenía cierta rojez que no había notado hasta ahora que sabía lo sucedido. Minho siempre había pensado que Jisung era muy sensible y que por eso era tan llorón, ahora solo podía sentirse culpable, ¿Cuántas veces Jisung habría llorado por razones similares? ¿Cuántas veces habían lastimado a Jisung?

—Ellos se lo pierden —dijo Minho molesto —Jugar contigo es lo más divertido del mundo.

Y esas palabras fueron suficientes para alegrar a Jisung el resto de la tarde.

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—Mamá— le habló Minho a la nombrada una vez que Jisung se fue de la florería.—Las personas,¿Pueden ser como las flores, verdad?

Flores Secas [Minsung]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora