𝕍𝕀𝕀

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Las Navis solía llamarse Jaegars. Los alemanes los inventaron, pero el concepto se introdujo en Seúl, en Corea del Sur, justo antes de que la primera ola de ataques golpeara Asia. JaeHyun recuerda las luces parpadeantes, el podio negro vidrioso, su abuelo sentado en una silla de terciopelo negro: un rey improvisado. «Nuestra forma de luchar contra el huracán», había dicho el hombre que presentó la idea. JaeHyun no recuerda su nombre. Su rostro. Solo recuerda la forma en que la burla de su abuelo, solo parcialmente oculta debajo de sus bigotes plateados, se fundió en una expresión de sorpresa boquiabierta cuando los diseños de los prototipos de Jaeger aparecieron en la pantalla: eran enormes mecatrones, bestias forjadas en metal, como un demonio igual a los Acra que aparecieron de las Grietas.

Batir fuego con fuego, había dicho el hombre. Nuestra primera y última línea de defensa.

Había tenido razón y estaba equivocado. Los Jaeger eran demasiado voluminosos y sus reactores nucleares consumían demasiada energía. Al final, el Consejo de los Cinco encargó un nuevo prototipo y lo llamó Navi. Eso había sido hace casi nueve años. Desde entonces, las Navis se volvieron aún más elegantes y más rápidas, confiando en chips cuánticos, en grafeno y Kevlar, en crypto-pods en lugar de reactores nucleares, en una serie de cosas que JaeHyun no comprende, nunca lo entenderá, pero confía en las Ciencias. Confía en que esto funcionará.

Esto tiene que funcionar.

—Yoon Oh. Gracias por venir.

JaeHyun parpadea y mira hacia arriba. Actualmente está sentado dentro del área del personal de batalla de un Boeing AH2-61. Rosé, un miembro del escuadrón de Lisa y Jennie, está en la cabina, volando tan cerca de la Grieta como puede, y Xiao Jun está en la habitación AirPod, revisando su Navi. JaeHyun se habría unido a él, pero el Capitán Qian lo había hecho a un lado y JaeHyun no puede decirle que no a su Capitán. Además, JaeHyun lo necesita ahora mismo. No puede oír el viento afuera, ni puede ver la extensión oscura y moteada del océano, pero es difícil ... olvidar lo que había sucedido la última vez que él ... que había estado dentro de uno de estos aviones.

—No te preocupes, hyung—Dice, pero no puede evitar que su tono sea nervioso, quebradizo como hielo roto—¿De qué querías hablarme?

El Capitán Qian Kun lo mira, una pequeña arruga aparece entre sus cejas. Luego, se sienta en una silla, sin dejar de hacer contacto visual. JaeHyun no se retuerce, ya no es un niño, pero no puede reprimir el escalofrío que recorre su espalda.

—Tu compañero (omega)—Dice finalmente el capitán Qian, y JaeHyun parpadea. No se esperaba eso—¿Cómo está?

—Um...— La mano de JaeHyun revolotea hacia su pecho antes de que pueda detenerse. Su marca le duele de una manera peculiar. No es doloroso, pero es como si un yunque de acero estuviera sujeto a su pecho, como si se estuviera hundiendo—Yo ... él es bueno. Si, algo así.

El Capitán Qian sigue mirándolo.

—Quiero decir ...— JaeHyun se mira las manos. Si cierra los ojos, todavía puede recordar la forma en que la luz de la luna había decorado el jardín con franjas plateadas, como algo salido de un cuento de hadas—Yo ... en realidad no sé, como, ¿cómo está...—Toma una respiración profunda. Intenta encontrar las palabras adecuadas—... ¿Cómo logras romper las barreras?

Se oye el zumbido constante del generador y el silbido del viento. Los ojos del Capitán Qian son del ámbar más claro que JaeHyun jamás haya visto. Nunca ha tenido secretos. Quizás por eso es Capitán.

—Pides que te dejen entrar—Dice con paciencia, solo un toque del dolor de ayer en su voz; el resto nada en sus ojos—Y esperas. No se trata de romperlas.

IF ✈ JaeYong℠Donde viven las historias. Descúbrelo ahora