La noche del treinta y uno de octubre, Harry Potter no solo perdió a sus padres sino también la capacidad de ver al recibir el impacto de la maldición asesina.
Que tan fácil sera para un Harry de once años cargar con las expectativas del mundo mágic...
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Fiel a su palabra, logró comunicarse con Albus Dumbledore, exigiéndole que enviara a alguien capacitado para discutir el futuro de Harry. Petunia no iba a permitir que también le cerraran la puerta de Hogwarts a su pequeño, el tenia mas que merecido su lugar e iba a exigirlo. La respuesta a su carta no tardo mucho en llegar, esta decía que estarían encantados de encontrarse con ella el sábado próximo.
Cuando llego el sábado tanto Vernon y Petunia eran un manojo de nervios, aunque creían que lo estaban disimulando bastante bien. Los niños días antes habían sido informados de la visita que se haría esta tarde. Estos ahora se encontraban en el salón, Harry sentado en un sillón individual leyendo un libro sobre botánica, la cual lo tenia fascinado, siempre que Petunia se lo permitía este la ayudaba con sus flores. Mientras que Dudley estaba jugando con unos soldaditos y haciendo ruidos de armas. No pudo evitar sonreír al ver el contraste que hacían sus dos niños.
Vernon la saco de sus pensamientos al acercarse a ella y decirle que ya habían llegado, cosa que confirmo al escuchar el timbre sonar.
- Tu quédate aquí con los niños y yo los hare pasar. Tranquilízate, no es nada con lo que no podamos manejar. - dijo Vernon mientras salía de la sala e iba a abrir la puerta principal.
Petunia inconscientemente se encamino hacia los niños y se paro delante de ellos, mientras miraba hacia el pasillo. Pudo escuchar el ruido de pasos y ver como Vernon venia con lo que suponía era una mujer tras él.
