La noche del treinta y uno de octubre, Harry Potter no solo perdió a sus padres sino también la capacidad de ver al recibir el impacto de la maldición asesina.
Que tan fácil sera para un Harry de once años cargar con las expectativas del mundo mágic...
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Al terminar de desayunar, Sprout les entrego a todos sus horarios y les deseo muchos éxitos. La primer clase que les tocaba era Transformaciones. Ya saliendo del gran comedor Hannah hablo.
— ¿¡Cómo se supone que encontremos el salón!? — comentó alterada — se les olvida que somos primer año, esto es increíble Harry
No pudo evitar reír — Tranquila Hannah, nos dijeron el piso en el que se encuentra, además, sé como llegar — alzando su mano para tomar su dispositivo — segundo piso, salón de transformaciones — este volvió al aire una vez fue tocado y comenzó con las indicaciones.
Tomando a Hannah de la muñeca comenzaron a caminar. Luego de unos seis minutos habían llegado al salón y se dirigieron a la primera fila, esta clase le tocaba compartirla con los ravenclaw. Una vez en su asiento sacó pergamino y su vuelapluma, esta se tomaba el trabajo de escribir todo lo que explicaran sus profesores y luego tendría que pasar los apuntes al braille. No solo era útil sino que le permitía escuchar atentamente las explicaciones y con su memoria auditiva creía que iba a poder salir bien parado de esto.
Hannah lo saco de sus pensamientos al comentarle que había un gato a un lado de su brazo izquierdo, él al principio no quiso creerle, ya que no creía que alguien fuera tan irresponsable para dejar que su mascota vagara libre por el castillo... pero si, efectivamente había un gato a su lado. Inconscientemente comenzó a hacerle caricias mientras pensaba en por qué Mcgonagall estaba llegando tarde a su clase, no se imaginaba a la mujer siendo impuntual. El ruido de una puerta cerrándose lo salvo de volver a divagar en sus pensamientos. Pudo sentir como el gato se iba a su lado y como la clase soltó un jadeo, Harry se sintió desconcertado por no saber lo que sucedía.
