Capítulo 9

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En el puerto, la figura de los generales y el Rey ya les esperaban

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En el puerto, la figura de los generales y el Rey ya les esperaban. Soldados de simple apoyo bajaron de la bestia de barco, seguidos por los invitados de honor.

Las presentaciones estuvieron de por medio, al parecer con más de un general la castaña se llevaría bien. El hecho de ser extrovertida le unió al moreno Sharrkan, lo femenino no podía falta y con ello la linda mujer de nombre Yamuraiha, y no olvidemos a la pequeña Pisti.

Judal por su parte, tenía que soportar aquellas tierras, si fuera por él, en un parpadear ya estaría sobre su turbante lejos del reino levantando su dedo corazón a aquellos habitantes, y en especial a Sinbad y su otra vida hecha polvo.

Sí, sí nunca hubiese sido el oráculo de aquel tonto imperio, quizás podría haber sido camarada del grandioso Sinbad o tal vez podría haber conservado las tierras de la familia y si el destino lo permitiese, volver a conocer a la castaña.

En sus sueños un par de niños, un regordete semejante a él y una niña linda y delicada parecida a...

— Judal.

Ambos le llamarían padre, mientras era abrazado por su mujer, sin embargo, recibió un fuerte golpe en la nuca y puso los pies en la tierra. Estaban en la puerta principal de los dormitorios.

¿Cómo es que llegaron tan rápido?

¿Alguien aceleró el tiempo?

Si es así, Judal estaba más que agradecido con esa persona, pero furioso con lo que creyó ser una delicada mujer.

—¡¿Qué quieres?! tch, eso dolió.

Devolvió el golpe aunque no tan fuerte, ella al recuperarse de la débil agresión levantó la mirada y ahí la encontró.

Aquella sonrisa de una mocosa, sus dientes perfectos llegaban a asomarse.

—Lo siento, como te decía —aclaró su voz—. Los dormitorios de los chicos son a la derecha.

Sin esperar respuesta del azabache tomó camino al lado izquierdo.

Un fuerte escalofrío recorrió la espina dorsal de Judal, vio cómo ella se perdía entre tanta luz, dándole antes de desaparecer un beso en la mejilla. Negaba una y otra vez dentro de él, sentía como se iba de la punta de sus dedos, como si el retenerla con todas sus fuerzas no sirviera de nada.

En cambio, sí que la tenía bien agarrada, su ante brazo está sufriendo la consecuencia de sus alucinaciones, por más que la castaña se quejaba o intentaba liberarse era en vano.

Hasta que el mismo Judal tomó riendas de sus actos, la vio frente a él sana y salva. Sin indicios de desaparecer, el sudor frío comenzó a brotar, resbalando por su frente hasta sus mejillas.

—¿Estas bien? —preguntó ella.

— Sí...

No era él, claramente no se sentía bien, no esperó a más preguntas de preocupación y subió corriendo las escaleras. De fondo se escuchó perfectamente el cerrar de una puerta.

Sol negro ━ JudalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora