Epílogo

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La decisión que tomó Judal fue la más correcta

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La decisión que tomó Judal fue la más correcta. Habían pasado noches que ni se paraba frente a la habitación que en su momento compartió con la castaña.

Lo había pensado y lo mejor ahora, después de casi un mes después de su muerte, se libraría de sus cosas, libros y escritos que ella había dejado atrás en su mayoría.

Abrió la puerta y la habitación le recibió tal y como la habían dejado antes de ir a Sindria. Se le hizo parecer oler a flores aquel lugar, pero lo dejó a culpa de su imaginación. Sus ojos carmines con un poco de ojeras recorrieron el lugar y recordó la primera noche.

En su rostro inexpresivo se pintó una media sonrisa, desvió los ojos como si alguien más estuviera en aquella habitación, la recorrió unas cuantas veces hasta que por fin tuvo el valor de recolectar sus cosas.

En un costal dejó caer dentro ropa diversa, comida ya pasada, libros de títulos extraños y sus escritos.

Tomó asiento en la orilla de la cama viendo un punto fijo, y sacó de aquel costal sus escritos.

Por más que quería olvidarla no lo iba a hacer, aquellas hojas las dejó debajo de la cama pensando en el mejor momento en la noche para leerlas.

Rebuscó más entre esa montaña de ropa y extrajo un sujetador de color rosa, avergonzado lo lanzó a una esquina de la habitación.

—Idiota, ella ya no está aquí —se dijo a sí mismo para ir a recogerlo y tirarlo al costal.

En una orilla de viejo y sucio espejo había un sobre clavado. Él nunca había dejado algo así en aquel lugar así que por obvia razones, eso era de la castaña.

Pareció como si algo le susurrase "ábrelo". Abrió el sobre y de él sacó un papel doblado a la mitad, no puede decir que esa letra sea de ella ya que nunca la vio pero su contenido, le hacía pensar en una pequeña esperanza que era de su amada.

—Querido Judal o más bien ¿Gordo? —leyó en voz alta y no pudo evitar fruncir el ceño por aquel apodo que la castaña le había dado.

Comenzó a sentir un nudo en la garganta por lo que mejor siguió leyendo en silencio.

"Querido Judal, o más bien gordo.

Me gustaría comenzar por dejarte en claro cómo me siento; en una palabra, feliz.

Feliz por el día en que nos conocimos, fue como algo mágico para mí porque me mostraste lo hermoso de un humano. El amor, odio, lástima y un sin fin de cosas.

Llevo mucho tiempo reprimiendo mi atracción por ti, pero ahora que maduraste puedo participar ¿no?

¿Recuerdas cuando me decías bruja en aquel pozo? Fueron buenos tiempos pero no podían durar para siempre.

Me temo que estos tiempos tampoco pudieron durar mucho, déjame disculparme por hacerte llorar y tal vez, darte un dolor eterno pero aún tengo ese deseo egoísta de estar a tu lado para siempre, el primer día que toqué la tierra había ya fijado algo y eso eras tú, mi persona especial.

Siempre lo serás, aunque no me veas materializada frente a ti, ni un mar de maldad o milagros me podrán separar de ti.

Gracias por amarme por un corto tiempo.

Me has hecho tan feliz".

Los recuerdos ahora eran claros, no rompió en llanto. Si es que de alguna forma ella podía estar junto a él, seguramente ahora estaría partiéndose de la risa por verlo en tal patético estado.

Levanto la mirada inclinando un poco la cabeza, cerró sus ojos ocultando su color carmín y formuló un entre cortado:

—Estúpida bruja, te amo.

—Estúpida bruja, te amo

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Sol negro ━ JudalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora