(19) OS #10: "Amor psicópata" 2

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¿Has escuchado hablar alguna vez de un detective que ame su trabajo?

No un sentimiento vago. No un cariño que se desarrolla por el tiempo, y mucho menos un apego al puesto y a quienes te acompañan hasta en las jornadas más desalentadoras. Es un amor verídico, un vicio que puede ponerte la vida de cabeza o empujarte más allá del abismo, pero al que jamás dejarías de aferrarte, incluso si la muerte te acaricia el rostro con la punta de sus huesudos dedos. Craig es víctima de una sensación similar. De la adrenalina, de la ignorancia al no saber qué viene después del presente. Lo arriesga todo, y le encanta.

¿Has escuchado hablar alguna vez de un detective que no tiemble frente al asesino más buscado de la época?

Nadie lo ha hecho. Craig lo hace, por supuesto, pero no por el mismo motivo que abordaría a cualquiera. Craig tiembla; sus dedos golpetean la mesa que tiene en frente solo para ocultar el hecho de que no puede detener las reacciones naturales de su cuerpo por cuenta propia. Está ansioso. Si se presta atención, el latir de su corazón puede servir como una alarma a kilómetros en la lejanía. Desfallece con cada respiración. Se coloca de rodillas ante el insólito entusiasmo que abruma sus pulmones y se muerde la lengua para evitar ensanchar una sonrisa, porque el estómago le cosquillea por dentro. Se siente enfermo. Se siente seducido. No sabe qué siente. Está perdido, de alguna manera no logra encontrarse, y le asusta. A la misma vez le causa gracia. También le parece excitante. No sabe ni quién es ahora.

A esa imagen suya, destrozada por las noches en vela y los pensamientos que sobran, le sonríen con sorna.

—¿Qué es tan gracioso?

—Tu cara de moribundo—espeta jocoso, removiéndose en su asiento. No sabría decir si es por incomodidad o porque quiere acostumbrarse a tener los brazos atados por la espalda con esa camisa de fuerza. Su rostro no es el de alguien que tiene todas las fichas en su contra, como tendría que ser en esta clase de situaciones.

Esa actitud suya le fascina. Le enloquece. Si su superior fuese capaz de leer la cordura que le queda, sin duda acabaría despidiéndolo.

Traga saliva, pasando la hoja de su cuadernillo con una lentitud que exasperaría hasta al más calmo de los seres humanos. Lo mira de reojo solo para llevarse con la sorpresa de que ni eso es suficiente para hacerle estallar. Qué maldita locura.

—¿Qué intentas ganar dejando esas botellas de café en tus escenas del crimen? ¿Tentarnos? —se inclina en su asiento, relamiéndose los labios. Se halla sediento de pronto, como si el simple hecho de mirarle a los ojos extrajera hasta la última gota de líquido en su anatomía—¿Llamar nuestra atención?

Sus cejas se alzan cuando le escucha carcajear. Su risa le perfora los oídos, se asienta en su cerebro. Incita en él forzosamente que deje de pensar, así que lo hace. No piensa. Lo mira, analiza su figura tras la mesa y tiene el impulso de lanzarse sobre él, de rodear su cuello con las manos y apretar hasta que los ojos se le salgan de sus órbitas. Se deja llevar, además, por la idea de que su escandalosa risotada es una de las más hermosas que ha podido oír jamás. Se regocija en su lugar, derritiéndose en silencio.

—¿C-crees que gastaría mi precioso café en llamar la atención de ustedes? —El tic le sobresalta, pero no lo demuestra. La única regla de trabajo que estaba dispuesto a seguir es la de nunca verse vulnerable en medio de una interrogación. Está intentando lo mejor que puede, demonios— Tienen suerte de que se me olvide.

—¿Qué intentas decir?

La expresión de Tweek cambia. Se vuelve sombría, profunda. Transmite todo lo que su sonrisa juguetona y mentón alzado no alcanzaba a gritar con tanta desesperación. A Craig se le encogen las pelotas. Qué sensación para más agobiante se ve obligado a soportar.

—Has sabido que era yo por las botellas, ¿no es así, detective? —Susurra. Por poco no alcanza a entenderle. Agradece estar en una habitación donde el ruido de afuera no interfiere—Imagina cuántas veces me has dejado escapar solo porque recordé que debía recoger mis pertenencias antes de partir.

¿Por qué tiemblas, Tucker?

Qué maravillosa declaración. Qué increíble mirada. ¡Qué deslumbrante panorama!

¿Por qué suspiras?

Tiene la piel de gallina de una manera tan alucinante que engendra en él cierto grado de dolor. Todo él duele.

¿De qué ríes?

Todo él se desconoce.

Su propia risa opaca la mismísima respiración del custodiado, dejándolo a él totalmente desconcertado. Cuando Craig se acuesta sobre el asiento, la gorra se le desliza. Cae al suelo. Sus manos tiemblan incluso más que al inicio y sus piernas se cruzan por inercia, quizás tratando de ocultar lo bien que ha empezado a sentirse la sangre acumulada allí abajo.

Inhala profundamente, percibiendo el pitar de su garganta irritada y la humedad de sus ojos rebosar hasta deslizarse por una mejilla, retratando en su pálido rostro lo divertido que había sido escucharle.

Entonces es él quien lo encara, golpeando la mesa al colocarse de pie. Se recuesta un poco sobre ella, acercándose al rubio lo más que pueda. Su supervisor golpea el enorme ventanal por donde ambos son observados para avisarle del peligro que sus inadvertidas acciones significan, pero a estas alturas, tras admitir que ama lo que hace justo por razones como aquellas, no da un mísero paso atrás.

Han sido tantos años, Tweak. Tantos años esperando por ti.

—Alardea lo que quieras, Tweek. Pero he ido por ti y te he encontrado. Te tengo en la palma de mi mano.

No quiere irse. No quiere dejarlo, mucho menos después de tremendo espectáculo. No obstante, lo hace. Se arregla la ropa y recupera su gorra, dándole la espalda.

—¡Te equivocas!

Para en seco. No voltea a verlo, su mano aprieta la manija de la puerta mientras en su mente estalla una guerra entre el bien y el mal: el quedarse o andar.

—Te equivocas—repite. Su tono de voz es más bajo, como si no quisiera que nadie más escuchase lo que está a punto de manifestar—. N-no han ido por mí, no han estado n-ni cerca.

Suficiente. Sal de allí.

—Yo he sido quien ha ido detrás de ti, lo he logrado.

Ríe. Otra vez esa risa desquiciada.

Vete, es todo.

—Te he encontrado, Craig.

Cuando sale y cierra la puerta a su espalda siente que el mundo vuelve a ser como antes. Eso, hasta que recuerda un importante detalle:

Él no reveló su nombre en ningún instante. 

————

YO SÉ QUE QUERÍAN UN FIC DE AMOR PSICÓPATA, PERO EN SU LUgar les traigo una pequeña segunda parte. ¿Habrá más? Quién sabe.

Leí que Wattpad estaba bajando historias con contenido sexual y ahora tengo miedo de subir el os NSFW que prometí. Haré un backup de este libro de cortos en Word y subiré el coso, en caso sea borrado lo publicaré en AO3. Si caigo, caeré como los grandes 😔✊🏿.

Eso. Que los tqm y que me disculpen por no actualizar, tengo la cabeza metida al cien por ciento en el proyecto de Naruto.

—Ban.

»Cortos CreekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora