(20) OS #11: Voluntad de fuego.

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No están completamente seguros de cuándo inició, pero creen haber vivido los primeros síntomas entre finales de secundaria y los primeros ciclos de universidad.

—Cariño...

—Un poco más.

No saben por qué razones es que pudo haberse presentado, pero comprenden que volver tantos años sobre sus propios pasos no hará que recuerden. Tampoco es como si fuese un tema de vital importancia. En realidad, indagar en las mismas preguntas de siempre no es más que un capricho suyo saliendo a la luz cada vez que se ve involucrado directamente en el problema.

Craig frunce el ceño cuando tiran de uno de sus mechones con fuerza. Aprieta la mandíbula para evitar pronunciar maldiciones en voz alta, ya que la última vez sus quejas por poco le hacen llorar. Y hacerle llorar por culpa de algo que no sea felicidad o excitación incontrolable es un tema del que no va a permitirse hablar jamás.

—Pastelito, tomemos un descanso.

—¡Y-ya casi están!

Tweek ha desarrollado un extraño vicio por las ligas de oficina.

—¿Cómo es que te salen tantas?

Más en concreto: ha desarrollado un vicio por atarle el cabello con ligas de oficina.

—Yo tampoco lo entiendo. Tu cabello debe tener algo... —Craig posiciona el celular de tal manera que la pantalla oscura refleje el rostro de su pareja, quien yace de rodillas tras su espalda. Está sacando la lengua en ese gesto típico que se le escapa cuando se concentra de más—. ¡Listo!

Muchas. Innumerables. Las coletas del tamaño de un dedo meñique no perdonan ni el mínimo espacio libre de su cabellera y el rubio no tiene días calendario donde no se las peine. Son un desastre, cabe destacar. El proceso es largo, cansador. Doloroso. Le jala las mechas desde la raíz debido a sus tics repentinos y él debe morderse la lengua para no hacerle sentir mal.

La campana que anuncia el cambio de hora apresura sus acciones. Usa el celular como espejo, ríe. Se ve terrible, parecen las antenas de un alienígena. No sabe cómo se ven ellos (o si existen en realidad), pero Tweek le sale con cada nueva historia que es imposible no apegarse a sus alocadas ideas.

—Estoy seguro de que mi cabello no tiene nada —afirma, poniéndose de pie en lo que sea afianza la mochila al hombro. Tweek lo imita con torpeza, arreglándose las siete u ocho ligas que tiene en la muñeca izquierda como si fuesen pulseras, y le da un beso. Una despedida corta que deja a sus labios sedientos de más—. El talentoso eres tú.

—E-ew...

Ambos ríen. Craig de lo sonrojado que se ha puesto el otro y Tweek porque no sabe dónde meter las manos. Se murmuran una promesa antes de separar caminos: "Nos vemos a la noche". La misma frase de todos los días. La misma emoción que se asienta en su pecho. El mismo recorrido que hace con esa sonrisa boba tatuada en el rostro de regreso al último bloque de la tarde mientras persigue con la mirada la espalda de su novio hasta verle partir.

Realmente detestaba tener que presentar cursos extra.

~*~

—¿De dónde vienes, Craigcita? ¿Del salón de belleza o la casa de putas de aquí a la vuelta? Estás bien bonita.

—Cierra la boca, culón.

La risa ahogada de Cartman no cesa ni cuando el maestro ingresa. Craig le patea el asiento desde atrás, tentado por el ruido de asfixia que el chico fuerza al notar que el oxígeno no está llegándole a los pulmones.

Hay dos cosas que Craig no puede permitirse.

—¿Tucker?

—Presente.

La primera se trata de hacer a su pequeño Tweek llorar, excluyendo los motivos para nada sucios ya mencionados anteriormente.

—¿Qué es... lo que tiene en la cabeza?

Y la segunda es quitarse él mismo los peinados que con tanto empeño le elabora. Es un hombre; camina por la universidad con el cuero cabelludo ardiéndole por lo mucho que las ligas le ajustan y se limita a sacarle el dedo medio a quienes se ríen de él con verdaderas ganas, pero dentro de sus opciones nunca figura el regresar su cabeza a la normalidad. No importa si a la noche se le está cayendo el cabello por mechones.

—Una muestra de afecto, anciano —gruñe, sacando el dedo medio —. Algo que no entenderías.

Hay que estar perdidamente enamorado para tener la voluntad de fuego que Craig Tucker posee. 

»Cortos CreekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora