Los vítores de alegría ensordecen a quien calla. Los abucheos y las lenguas rebosantes en veneno abren fuego. Unos quieren silenciar a otros con su voz y en el aire luchan por ver qué aliento es el que se lleva la corona: si los campeones en su merecida celebración, o los perdedores y quienes estaban en contra queriéndoles bajar la moral, ya que es lo único que pueden hacer a esas alturas. Él siente la sangre pudrírsele en adrenalina; le vibra en cada vena, cada arteria. Siente que ese día su respiración no pretende cesar tan atormentante ritmo e incluso así no se preocupa, porque ni con el corazón en la boca y la yugular pulsándole con tanta pasión hasta el punto de estallar quiere ponerle un pare a tan hambriento sentimiento de deseo. Deja de morderse las uñas y exclama con todas sus fuerzas mientras se pone de pie, llamando la atención de todo aquel sentado a su alrededor. Sus acciones no concuerdan con las del resto, pero su cerebro está tan concentrado en una sola cosa que no le importa en lo más mínimo lo que le rodea. Esquiva y pisa a quien esté en su camino y termina hundiendo el húmedo césped del campo con pasos inestables. Le tiemblan las rodillas. Los ojos se le empañan, y sus lágrimas, rebosantes de alegría, humedecen la bufanda amarilla con negro que tiene atada en el cuello. Se mantiene distante del tumulto de gente que se abraza en el centro, que salta con fervor y ríe con estrépito. De pronto, los colores de su uniforme destacan entre tanto verde acumulado, y la gente lo mira. No nota que se vuelve el centro de atención hasta que los vencedores entrecierran los ojos y analizan su anatomía con recelo. El Buscador se abre paso, sosteniendo invicto la Snitch entre sus dedos, y le sonríe como quien cree oportuna la cosa. No sabe qué demonios está haciendo él allí, de pie, viéndose tan inofensivo como un ratón tentando a la serpiente. No puede leerle la mente, pero no es obstáculo para dejar caer la escoba a sus pies y correr en dirección a él. Se abrazan con fuerza desde el cuello bajo miles de espectadores y dejan sueltos los anhelos perennes que tienen de fundirse ante el calor corporal del otro, uniéndose como si fuesen uno solo. Se miran fijamente y acaban perdiéndose en la voluptuosidad de sus orbes. Se acercan uno, dos centímetros... Sienten que sus labios se atraen con fiereza. Gravitan en un entorno de imanes con polos diferentes y se les hace imposible suspenderlo, así que sucumben a él.
El medallista de Slytherin besa con vehemencia al chico de Hufflepuff que pasa desapercibido para todos, menos para sus amigos. Sin embargo, es justo en ese instante cuando ni una sola alma logra no verlo. Craig le arranca un suspiro y siente que las pequeñas lágrimas de Tweek mojan también su rostro al pegarse tanto, lo cual se le es satisfactorio. Los vítores y abucheos se detienen. El equipo campeón no celebra más. Se abstraen en un silencio incómodo para cualquiera que nos sean esos dos y no saben dónde meter la cabeza.
Slytherin venció a Hufflepuff de una manera aplastante. Su conquista les otorgó el gozo de ser nuevamente los ganadores de la Copa de las Casas. Ese año, además, se corrió por todo Hogwarts el rumor de un amorío entre dos estudiantes de quinto. Nadie olvidó la viva escena de Tweek Tweak celebrando a garganta quebrada un triunfo que no le pertenecía, ni cuando Craig Tucker lo besó de forma tan apasionada frente a la escuela completa.
Tal vez su equipo pudo no ganar, pero la derrota de Hufflepuff no fue lo suficientemente pesada como para quitarle la sonrisa trémula del rostro. Esa tarde solo un Huff cantó victoria, y lo continuó haciendo junto a su Slytherin favorito no únicamente durante sus tres últimos años como estudiante, sino también en sus cuatro años actuales como profesor de Herbología.
En secreto, su materia favorita siempre sería Defensa Contra las Artes Oscuras.
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Solo imaginen las posibilidades de un Craig enseñando DCAO.
/echarse airecito.
—Ban.
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»Cortos Creek
FanficConjuntos de drabbles, one-shots, chats y más. Todo sobre, claramente, Tweek y Craig ♡.