ADVERTENCIA.
Este fanfic contiene violencia, lenguaje inapropiado, bullying y acoso, todo desde una perspectiva de dolor y tristeza, no se busca normalizar.
Todo bajo su criterio al leer.
Haikyuu!! Bokuaka.
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"Era momento de dejar todo atrás y rendirse, ese alguien no vale la pena. Te mereces más, porque eres mucho más, no un simple desliz de primavera ni una diminuta brisa de invierno. Aprende a superar y abrir camino a nuevos sabores y colores, no te quedes con lo sucio y añejo."
Se encontraba leyendo un libro debajo de uno de esos bellos árboles de otoño, con los cabellos alborotados y una ligera sonrisa en el rostro, mientras lágrimas caían sobre sus mejillas para ir a posarse en las hojas del libro en sus manos. No debería llorar en un lugar público, pensó Akaashi Keiji, soltando el libro para poder secarse la cara con la manga de su camisa y poder colocarse nuevamente sus lentes los cuales se habían empañado.
A lo lejos, jugando con dos niños, se encontraba un joven haciendo aviones de papel para que los más pequeños pudieran jugar con ellos. Su sonrisa es hermosa, pensó el de cabellos oscuros al mirarlo, desprende una sensación a felicidad, sostenía el megane, ¿estará actuando?, dudó el chico.
En un despiste, uno de los niños que jugaba con el sonriente chico aventó muy fuerte aquel avión de papel, el cual fue a parar sobre el libro del de lentes, niño el cual al ver cómo su avión había ido tan lejos, temeroso de ir por el, le pregunto al mayor que estaba con el si lo acompañase.
— Disculpe. — Sonó de pronto frente de sí, en un tono bajo pero ronco a la vez, era la voz de aquel chico que observaba segundos atrás, cayendo en cuenta que había venido por el avión del niño.
— Oh, si. — Le devolvió aquel pedazo de papel doblado al pequeño el cual se fue saltando, pero el joven mayor no dio paso atrás. - ¿Puedo ofrecerle algo? - Citó, viendo como el de cabellos pintados se sentaba junto a el.
— Solo quería conversar. Bokuto Kotaro, ¿usted? — Le regaló una sonrisa, la cual dejo ver unos dientes blancos y relucientes.
— Akaashi Keiji. — Dejó el libro a un lado, para prestarle atención al de ojos dorados. Entre anécdotas sobre libros y unos cuantos chistes por parte del recién llegado había hecho que Akaashi se abriera cada vez más durante la conversación, lo cual alegraba a Bokuto.
— Cuando tenía diez años, era la primera vez que había ido de vacaciones y estaba tan emocionado que no había podido dormir, habíamos llegado al hotel, con mi familia, y en ese momento, al entrar en la habitación lo primero que se me ocurrió fue correr hacia el balcón, y como la puerta era transparente y de vidrio, causo que me estampara contra ella. Tuve un chichón durante toda la semana que estuve ahí. — Entre esa anécdota y los gestos cómicos del chico, Akaashi soltó una carcajada sonora, lo cual sorprendió a Bokuto ya que había sido neutral en todo momento.
— Lo siento, no pude evitarlo. — Se acomodó los lentes y carraspeó su garganta para mirar directamente al joven frente a él, el cual lo miraba detenidamente con una de sus manos sobre su barbilla. — ¿Tengo algo en la cara? — Confundido y con una ceja arriba, se alteró.
— Tienes una risa encantadora.— Pronunció el de ojos dorados provocando un sonrojo en el megane. A lo lejos, se escuchó como una chica llamaba a Bokuto, el cual salió de su trance. — Lo siento, mi hermana me esta llamando, me tengo que ir. ¿Vienes aquí a menudo?
— Casi todos los días. — Sus mejillas seguían encendidas, sus manos estaban inquietas, no se esperaba ese comentario.
— Vendré más seguido entonces. — Procedió a retirarse del lugar, pero una mano detuvo su caminar.
— Gracias por el cumplido. — Con la cabeza agacha soltó aquellas palabras, a lo que Bokuto le sonrió en grande y se fue dando saltitos hacia donde estaban sus hermanas y sobrinos.
Caía la noche, ya debería irse del parque pero sus piernas no lo dejaban, estaba temblando. Temía que eso volviera a pasar, había pasado un buen momento hace unas horas atrás ¿por qué sumergirse en un infierno?, Akaashi abrazó sus rodillas, y comenzó a mentalizarse para poder emprender el camino hacia su casa, no podía escapar de aquello.
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