Cap 3. Las hermanas crecieron

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Gabrielle era de cabello oscuro, tan negro como una noche sin estrellas. Sus ojos azules brillaban como el cielo en un día soleado y a su belleza su sumaba una hermosa y amplia sonrisa. Un vestido de terciopelo azul adornaba su esbelta figura. Por su parte, la cabellera rojiza y con suaves ondas de Sarah contrastaba con el vestido verde esmeralda que Ángela le había regalado por sus cumpleaños.

Los Whitaker eran felices, 15 años habían pasado desde que una niña en una cesta había transformado el corazón de la familia. La promesa de silencio sobre el origen de Sarah había sido resuelta. Sin embargo, Sarah siempre se sentía incompleta. Una parte de ella no lograba entender por qué en su familia no había ninguna pelirroja. En una ocasión, Ángela le señaló que una de sus abuelas había tenido unos preciosos rizos bermejos.

Gabrielle, Nunca habéis pensado que soy diferente? -expresó una inquieta Sarah.

¿En qué sentido?

En mi apariencia, es que no me parezco a nadie; a ninguno de la familia, no me veo como vuestros padres, como Valentine o como tú. Y eso que eres mi melliza.

¿De qué habláis? Mamá dice que te pareces a la tía abuela Adelaide Aunque vosotras no os parezcamos físicamente, las dos somos muy semejantes adoramos los paseos, ir al lago, hacerle una que otra broma a Sebastian, y la verdad creo que nos complementamos, veréis, eres de leer y yo de bailar, tú del campo y yo de la ciudad. Eres el sol y yo la luna.

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Sarah caminó reluciente, acompañada de su hermana llegó al salón, eran las homenajeadas, un baile de presentación en sociedad y pronto podrían ser cortejadas, era la bienvenida a la adultez.

Días después cientos de cartas llegaron de unos pretendientes para Sarah y otros para Gabrielle. Durante semanas no hubo otra cosa que una interminable hilera de caballeros deseosos de conquistar el corazón de una de las dos hermanas. No sólo era el deseo que despertaban las bellas jovencitas, muchos aspiraban a obtener el preciado título nobiliario del que habían sido herederas. La familia Whitaker era muy rica, aristócrata e influyente. El caballero que se casara con Valentine recibiría una dote enorme y un condado. Sarah heredaría el título de vizcondesa y Gabrielle recibiría una baronía.

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Todos esos hombres creen que soy un premio, una estatua para adornar el salón- reclamó Gabrielle.

Si, creo que es verdad Gaby, sólo les interesan nuestras pertenencias. No hay ni uno que sea decente. Son obesos, viejos o déspotas. Los jóvenes son aburridos o nada interesantes. Sin embargo, creo que, si no elegimos nosotras, vuestros padres escogerán el que les apetezca- Señaló Sarah.

-Preferiría ser religiosa en lugar de un matrimonio a la fuerza.

Pero Gabrielle, el matrimonio de nuestros padres fue por conveniencia. Y sin embargo ellos han sido felices.

Sé que algún día conoceré a alguien, le pagaré y así lograré emanciparme.

Estás loca, eso no lo dicta las buenas costumbres. Vuestra madre enloquecería y ni qué decir de vuestro padre, os mataría...

Una mujer no puede simplemente vivir así, es antinatural, la mujer es una ayuda para el hombre. Y sin esposo no habría familia, además no podéis fingir un casamiento, si lo hacéis estaréis pecando porque los votos y las alianzas son sagradas.

Deja de ser tan remilgada, sólo digo que no puedo seguir todas las normas, vayamos al lago hoy. Vayamos a columpiarnos en el árbol y a nadar sin que nos vean.

El secreto de un tulipán en el jardín.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora